El gesto ancestral de registrar por medio de imágenes los lugares habitados y transitables, de recopilar datos y elaborar una compleja red de signos mediante los cuales identificar esos contextos e indicar los elementos distintivos de cada paraje, conllevó la creación de taxonomías con el objetivo de conceptualizar y hacer funcionales las categorías y metáforas espaciales que describirían el territorio y las transformaciones operadas en el mismo por el ser humano en su cotidiana actividad. Posiblemente, la concepción del paisaje alcanza su mayor expresión, en tanto construcción histórica, en el establecimiento de fronteras que testimonian el surgimiento del Estado-nación y la redistribución geopolítica en el sistema mundo moderno/colonial. La quimera de ordenar ese universo inconmensurable y capturarlo en una representación a escala mínima, abarcable desde la distancia próxima del espectador, ha establecido la genealogía del concepto de paisaje en disciplinas y relatos como los de la Historia del Arte occidental, la filosofía, la geografía, la cartografía, la arquitectura, el paisajismo, el urbanismo, etc.
Ese régimen de producción de imágenes que evolucionó en paralelo a los desarrollos tecnológicos ha respondido a las ideologías y funciones estratégicas del moderno imperialismo. Según el filósofo Jean-Marc Besse, a partir del siglo XVI “el paisaje es (…) la ilustración visual de la nueva experiencia geográfica del mundo”. La imaginación de ese mundo como totalidad y de las tierras desconocidas adquirió forma en los mapas renacentistas como proyección de un deseo antropocéntrico expansionista y de dominación de la naturaleza. Las primeras imágenes exóticas, racistas y coloniales de Abya Yala o América llegaron a Europa a través de las ficciones y visiones de los dibujos, pinturas y grabados de artistas viajeros comisionados por las metrópolis; y circularon a través de postales y de la prensa ilustrada de la época. Las novedosas fotografías aéreas tomadas en 1859 se consolidaron como técnica de captura de imágenes con objetivos militares durante la Segunda Guerra Mundial.
Indexar el paisaje equivale entonces a producir una noción de “paisaje”, a otorgarle significados a esas imágenes como dispositivos políticos que desempeñarán un rol esencial en la cultura visual. Esta muestra no pretende centrar la atención en el repertorio de imágenes que en ella se incluyen como objetos de contemplación, sino en intentar desvelar los condicionantes epistemológicos y las relaciones de poder que han intervenido en esas construcciones. En esta exposición los muros de la sala no se convierten en escaparates de agencias de turismo donde observar un catálogo pintoresco de lugares y paisajes con los ojos del viajero antropólogo de la sobremodernidad. Aquí, las preguntas urgentes interpelan no solo a los públicos potenciales, sino a quienes han sido responsables de producir tales imágenes. ¿Cómo se comporta un artista cuando es consciente del diálogo que entabla con una larga tradición de representación que responde a las ideologías, intereses y violencias patriarcales del sistema mundo moderno/colonial de género? ¿Qué estrategias adoptar ante los mecanismos de invisibilización que atraviesan los cánones de representación del género paisaje en la Historia del Arte occidental?
Curadora:
Suset Sánchez