Page 80 - Únete. Join us (Bienal de Venecia, 57 edición)
P. 80

80 ¡ÚNETE! JOIN US! JORDI COLOMER
cuartel republicano. Más tarde, se construyó una granja avícola y se celebraron pesebres vivientes y algunos rodajes. En el suelo aún se ven las marcas. También hay malas hierbas y el rastro espontáneo de alguna oveja, que pasta no muy lejos.
«Tengo el bolsillo del pantalón roto», le digo a un técnico, mientras me ajusta el micrófono. Lo llevo pegado al cuerpo... y es que no sé qué pasa que en vez de tomar apuntes, me veo formando parte de un segundo rebaño. Me sorprende que quienes me acompañan con varios trozos de cartón hagan tan pocas preguntas. Es como si al exponerse a este último tramo se dejasen contagiar por él y estuvieran abiertos a cualquier cosa, incluida una carrera de falsas fachadas.
Ahora sois esclavos que cargáis con trozos de edificio y queréis llegar en cuanto antes. En algún momento, estaría bien que os los intercambiarais, pero sin deteneros. Id corriendo, siempre hacia adelante.
Contamos hasta veinte desde que la furgoneta, que nos graba, empieza a circular, y entonces nos ponemos en marcha. Ahora formo parte de la escena, lo que me lleva a explicarla de una manera distinta a todas las anteriores.
Lo bueno de ir a la cabeza y quedar antepenúltima son las vistas: todos los cartones corresponden a fachadas de hotel de playa setenteros y yo me dejo adelantar por ellos. Es casi un viaje en el tiempo. A Benidorm, a Ibiza... De todos modos, me hubiera gustado hacer trampa, como en las viejas películas. De pequeña me encantaba El mundo está loco, loco, loco. La trama era un encadenado de gags. La vida y la velocidad.
Al acabar esta vuelta, en la que nos demoramos un rato, veré a estas mismas fachadas girar sobre sí mismas y en torno a ellas, ya montadas en andamios. Pesan varios kilos pero se mueven con gracia, en un baile asistido por los mismos figurantes, que ahora hacen de tramoyistas, y es tan bello que no nos adelantamos al peligro. De pronto, dos de los andamios quedan atrapados entre un cable telefónico y otro de alta tensión. «¡Corten!» Viene el electricista.
Poco después retomamos la acción. «Hablad de lo que hicisteis este fin de semana», les dice Jordi desde la furgoneta a un par de azafatas. Caminan con tutús fluorescentes en los tobillos. «Hablad de cómo os veis de aquí a unos años, hablad del futuro». Y en el último tramo: «Hablad de cómo es España».
A lo lejos quedan varias fachadas. Sin ser la mejor encarnación del sueño europeo, ¿quién nos dice que Ibiza, Benidorm e incluso Sitges no sean las más estables? Ahí donde los jubilados de otros países llevan años codeándose con la población autóctona y la gente de campo se acerca a la megaurbe cada fin de semana, seducida por los menús en tres idiomas, los karaokes y escaparates gigantes. Como sueño tiene una materialidad un tanto cutre, pero se diría que en estos casos la energía y el deseo completan lo que la arquitectura no aporta y entre los dos construyen algo. En otras palabras: son las ganas de broncearse lo que vuelve al sueño dorado.


























































































   78   79   80   81   82