Page 59 - El rostro de las letras
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    42 TERTULIAS Y CAFÉS
Galdós siempre habló del Ateneo madrileño como de su verdadera cuna literaria 14. Aquel caserón vetusto, de anchos pasillos, modes- ta biblioteca, amplios salones de lectura y de tertulia, fue el punto de cita de las grandes figuras políticas, literarias y artísticas de la época, y constituyó el púlpito laico desde el que, no pocas veces, tronó un encendido Emilio Castelar, futuro presidente de la prime- ra República. En su espléndido gabinete creó Mesonero la mejor biblioteca del país, que convocaba cada día a buena parte del medio millar de socios que integraban la entidad en 1842. En aquellos años convulsos, fue el Ateneo un oasis de tolerancia y de libertad, como señalaba el propio Mesonero Romanos en 1838. A su pro- fundo carácter liberal debió el Ateneo su larga vida, sólo truncada por las borrascas de la Guerra Civil, cuando la mayor parte de las instituciones científicas y culturales sobrevivían esforzadamente
a una existencia azarosa y valetudinaria. Una de ellas fue el Liceo Artístico y Literario de Madrid, creado dos años después en la calle del León, en el que no era infrecuente encontrar a Bretón de los Herreros. Martínez Villergas, Antonio María Esquivel, Nicasio Gallego, Jenaro Pérez Villaamil, Julián Romea, Ros de Olano y al mismísimo Espronceda, al que Fernández de Córdoba encontró un día declamando su célebre “Himno al sol”.
La consolidación del nuevo modelo de sociedad liberal favoreció la creación de nuevos espacios de esparcimiento cultural y recreativo, en las ciudades principales del país. Ya en 1815 se había creado en Barcelona la llamada Sociedad Filosófica, una suerte de centro cien- tífico, musical y literario animado por personalidades como Bona- ventura Carles Aribau, Ignasi Saval, Miquel Antón, Martí i Cortada y Ramón Muns. Era entonces Barcelona una ciudad comprimida por su antigua muralla, cuyo derrumbe no se inició hasta los años del Bienio Progresista, entre 1854 y 1856. Y no parece sino que el des- prendimiento de aquel pesado corsé urbanístico, abriese también las puertas al incontenible entusiasmo cultural de los barceloneses. En 1860 se redactaron los estatutos para la creación del Ateneo, nacido de la fusión de otras instituciones residenciadas en la ciudad, como la histórica Real Academia de las Buenas Letras (1729), la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País (1835), la Sociedad Co- ral Euterpe del republicano Anselmo Clavé (1850), y las incontables sociedades y academias que brotaban aún, incontenibles, en aquella exuberante ciudad de los prodigios 15.
Antonio María de Saavedra y Ramírez de Baquedano, duque de Rivas (1791-1865), fue el primer presidente del Ateneo de Ma- drid. Fotografía de Antonio COSMES, hacia 1860 (Fundación Lázaro Galdiano. Madrid)
 14 Pérez Galdós, Benito, “Guía espiritual de España”. Recogido en Recuerdos y memorias, Ed. Tebas, Madrid, 1975.
15 Cassasas, Jordi (director), L’Ateneu i Barcelona. 1 segle i 1⁄2 d´acció cultural, Diputación de Barcelona, Barcelona, 2006.




























































































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