Page 404 - El rostro de las letras
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ENTRE DOS DICTADURAS
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  vuelta ya de varios exilios. Su sobrino Julio Caro Baroja recordaba al escritor recluido en su casa paseando nerviosamente por los pasillos, sin dejar de canturrear coplas populares, como el estribillo de la zarzuela La Gran Vía, de su amigo Chueca. Cada tarde se celebraba allí una tertulia en la que eran fijos, Pérez Ferrero, el doctor Val y Vera, Gil Delgado, el ingeniero Valderrama, Casas, el pintor Arteta, María Mateos Clover, Pepita Iturrioz y todos los que llamaban a la puerta, gentes curiosas, admiradores del escritor y algún adventicio como Hemingway, que sólo buscaba hacerse una foto con el maes- tro. Juan Benet, que recordaba a Baroja como un hombre sencillo y poco amigo de la solemnidad, nos ha dejado un excelente testimonio de aquellas veladas de gentes derrotadas y abatidas, decididamente barojianas: “En la tertulia no se hablaba de cosas del otro mundo y lo mejor que se podía aprender era la falta de respeto que se extendía
a todo lo vigente y que se limitada a unas pocas figuras y hechos del pasado. Allí no se discutía jamás porque, por una suerte de tácito, elaborado y antiguo convenio, todos los miembros de la tertulia ha- cían suyas las filias y fobias de cada uno en particular” 71. Cuando se iban las visitas, el viejo escritor volvía a su ensimismamiento, miraba repetidamente la calle desde el balcón, daba cuerda a los relojes y, si era la hora de cenar, se acercaba a la cocina.
De los contados supervivientes de la Generación del 98, la de Pío Baroja era la única tertulia que se mantenía viva. Recordaba Julio Caro que, entre los miembros de la generación siguiente, sólo Ortega y Gasset y Eugenio d’Ors consiguieron juntar alrededor de ellos a los pocos hombres de pensamiento que se habían librado de las injurias
En la fotografía de la izquierda, el editor
José Manuel Lara, que había tenido sonados conflictos con Pío Baroja, decidió acabar con la disputa entregando al escritor un fajo de bille- tes de mil pesetas, ante la presencia notarial de un fotógrafo. 1945 (Colección particular)
Ernest Hemingway se presentó en la casa de Pío Baroja con José Luis Castillo Puche y un fotógrafo. Su propósito era el de hacerse un retrato con don Pío. “El fotógrafo –recordó después Julio Caro Baroja- sacó la imagen del escritor junto a mi tío en la cama, con su go- rro blanco, sin expresión. Mi tío ni se enteró”. Eran las vísperas de la muerte de Baroja, 30 de octubre de 1956. (Colección particular)
71 Benet, Juan, “Otoño en Madrid hacia 1950”, Alianza Tres, 1987


























































































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