Page 321 - El rostro de las letras
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     304 TIEMPOS NUEVOS
En los últimos días de la Monarquía de Alfonso XIII, más de un sesenta por ciento de los españoles eran aún analfabetos. Para comunicarse con sus familiares o relacionarse con la Administración debían recurrir aún a los olvidados memorialistas, como estos que encontró en Barcelona el fotógrafo alemán Wolfanf WEBER. 1914 (Colección Pedro Fer- nández Melero)
 de ultramarinos y a rosario en familia. Pero aquella ciudad ensi- mismada vivía ya las vísperas de su final. “Madrid crece –escribió Baroja–, y las gentes ya no se conocen”. Al impulso de las obras de la Gran Vía se fueron erigiendo modernas construcciones que consti- tuyen todo un catálogo de estilos arquitectónicos de la época, desde el Palacio de Comunicaciones (1919), hasta el orgulloso edificio de Telefónica (1924) y la nueva plaza de toros de las Ventas (1929). Al mismo tiempo se inauguraba el Metropolitano (1919), para evitar a los ciudadanos el infierno de unas calles en las que los troles y tran- vías se tropezaban aún con las boñigas. En los años que van desde 1900 a 1930, la ciudad duplicó sus habitantes. De algo más de medio millón llegó a un millón. A los históricos teatros se fueron sumando los nuevos y suntuosos cinematógrafos, que no pudieron apagar el brillo de los espectáculos de los escenarios del Princesa, el Español, el Lara, el Novedades y el Apolo, en los que alcanzaron gran celebri- dad las obras de Benavente, los hermanos Quintero, Galdós, Carlos Arniches, Muñoz Seca y un jovencísimo García Lorca.
Barcelona era otra cosa. A la sombra de los negocios urgentes que trajo consigo la primera gran guerra, la ciudad alcanzó un bienestar probablemente desproporcionado a sus méritos, a costa del sacrificio de los miles de trabajadores reclutados para la construcción de la nueva ciudad, desde los días ya lejanos de la Exposición Universal de 1888. Barcelona vivió entonces la fiebre de la desmesura y la codicia. Las fotografías tomadas en las postrimerías de la Dictadura primo-
Página siguiente: La vida literaria madrileña se desarrollaba en buena parte en los cafés, como el Regina y Fornos, en el arranque de la calle de Alcalá, a la izquierda de la fotografía que tomó ALFONSO en 1914. Un año antes, Frederic BALELL registró esta imagen del Paralelo de Barcelona, una ciudad que vivió entonces la fiebre de la desmesura y la codi- cia. (Colección Pedro Fernández Melero y Arxiu Fotogràfic de Barcelona)






























































































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