Page 318 - El rostro de las letras

LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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son, quizás, los realizados en La Habana por los grandes fotógrafos Otero y Corominas, dos emigrantes españoles residenciados en el centro de la ciudad. En ellos encontramos su rostro bondadoso, sabio y amable, de persona que miraba siempre de frente, las barbas frondosas que casi le ocultaban la boca, y los ojos de una honda y secreta tristeza parapetados tras sus quevedos. En una fotografía de Avrillón le vemos junto a los miembros de la célebre tertulia A Cova Céltica (Página 44), Carré Aldado, Francisco Tettamancy, Francis- co Baamonde y otros patriarcas de la cultura gallega de su tiempo. Aunque aparece sentado, la fotografía nos permite adivinar que era hombre recio y de mediana estatura, vestido con aliño y severidad, y el ademán apacible con el que le conoció Linares Rivas: “Él, que pre- conizaba la paz, vivió en perpetua lucha; él, que los anatemas contra todo lo pasado para vivir, por el presente fue martirizado; él, que lloraba la ausencia, ausente fue; y él, que pedía para los humildes labriegos un trozo de pan y un pedazo de tierra, jamás llegó a tener un hogar”. Pero el tiempo, que todo lo cura, le trajo a las últimas el reconocimiento y cariño de su pueblo, expresado en el multitudina- rio homenaje en La Coruña, en marzo de 1908, en los mismos días en que moría en su voluntario exilio de La Habana.
FERRER. No se recuerda funeral más multi- tudinario como el de Curros Enríquez. De las cincuenta mil personas que entonces vivían en A Coruña, más de cuarenta mil acompañaron al cadáver hasta el cementerio de San Amaro. Abril de 1908 (Real Academia Galega)
Curros Enríquez Más que poe- ta, es la voz y el alma de Galicia. Años atrás, al volver al lugar na- tivo, le ladraron los perros de la casa y le extrañaron los vecinos de su pueblo. Ahora, todos los hombres, al verle, se descubrían ante él y todos los perros, de ha- berlo consentido, le hubiesen la- mido las manos.
ALFREDO VICENTI