Page 280 - El rostro de las letras
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LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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gina 227), y la excelente “lección de anatomía”, que realizó Alfonso en 1915, de tan evidentes resonancias pictóricas. Santos Yubero le retrató en 1934, rebasada ya la frontera de la muerte, en una de las más sobrecogedoras imágenes conocidas del fotógrafo.
Santiago Rusiñol (1861-Aranjuez, 1931) reunía la doble condición de pintor y escritor. Su presencia se dejó notar en todas las empresas artísticas en la Barcelona que presenció la muerte del siglo XIX y el nacimiento del XX. Lo mismo se le veía entre los agitadores de la nada de Els Quatres Gats, que en el humilde mechinal del viejo López, en la Rambla, donde se reunía con otros de su cuerda para hablar de lo divino y de lo humano. De aquellos concilios nos ha dejado Pla testimonios inestimables, fascinado por aquel hombre cautivador, de prominente estatura y perfil perfecto. Pero, igual que la fotografía no es un ejer- cicio simplemente mecánico, tampoco lo es la literatura, y, si bien se mira, tan exacto o inexacto puede ser un retrato fotográfico como uno literario. Así se entiende que para Pla el perfil perfecto de Rusiñol fue- se “acusadamente masculino”, mientras que para Valle-Inclán su figu- ra tuviese un encanto “un poco femenil”. Lo único cierto es que todos los fotógrafos de su tiempo le tienen retratado, por lo que no es fácil seleccionar entre las imágenes de Audouard, Merletti, Cortés, Campúa o Alfonso, que tantas veces le tuvieron ante sus cámaras. Con todo, en homenaje a la literatura y la fotografía, y también al propio Rusiñol, no podemos olvidar el espléndido testimonio que, de sus días últimos, nos han dejado Josep Pla y Miguel Cortés. Como se sabe, Rusiñol murió en Aranjuez una tarde asfixiante de junio de 1931, recién llegada la República, a la que había saludado con todo el escepticismo del mundo. Días antes, Luis Bagaría, el actor Enrique Borrás, Josep Pla y el fotógrafo Cortés habían ido a visitarle, y allí le habían encontrado, pintando con mano trémula en los jardines del palacio. Las fotografías de Cortés y la caricatura de Bagaría, se publicaron en La Esfera, quizás cuando el maestro había subido ya al cielo de los descreídos. Impresio- nan su persona consumida y el rostro blanquísimo, sin apenas fuerzas para sostener su figura sonámbula. “Rusiñol estaba ya viejo –escribió Pla–, pura ruina, había un momento en que parecía un clochard. El cabello, larguísimo, le caía lacio y desgreñado. Su rostro tenía un color de tierra blanquecina, de ceniza. Se le apagaban los ojos, mortecinos, vagos, terriblemente tristes”. Después de muerto, las imágenes tris- tísimas tomadas en el lecho de muerte por Alfonso y Cortés, venían a certificar las palabras que escribió Pla de la luctuosa escena: “Sobre la
Autorretrato juvenil de Santiago Ramón y Cajal, a la derecha de la imagen. Hacia 1870 (Colección particular)
  NAPOLEÓN. Retrato juvenil de Santiago Rusi- ñol. 1880 (Colección López Salvá)





























































































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