Page 268 - El rostro de las letras
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LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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 canario José Aguiar, en uno de los claustros de la Universidad, en 1935. Muchos e idénticos retratos de un hombre de avasalladora presencia, contradictorio y arbitrario, que nunca dejó de expresar su estupor ante la capacidad del ser humano de ser uno y múltiple a lo largo de su vida. “Alguna vez –escribió–, ante algún retrato mío de hace años me he dicho: ¿pero éste eres tú? Y no me ha sido posible revivir aquella vida. Y he llegado a pensar que por nuestro cuerpo van desfilando diversos hombres, hijos de cada día; y que nuestro cuerpo es un cementerio de almas”.
Como se ve, en el ámbito de lo teórico Unamuno se atrevió con todo, también con lo fotográfico. Seguro siempre de sí mismo, no dudó en dar su propia opinión sobre las relaciones entre fotografía y pintura, la “trivialidad de la imagen”, los riesgos de la moda, la capacidad tes- timonial del lenguaje fotográfico, incluso sobre la remota posibilidad de que éste pudiese acampar en las ciudadelas del arte. Arbitrario como era, se contradijo a menudo, y defendió con la misma pasión,
José SUÁREZ. Unamuno, empequeñecido por la grandeza del paisaje castellano, posando en el paraje salmantino de La Flecha. Julio
de 1934. “Siempre que veo este insuperable retrato –escribio Moreno Villa–, se me levan- tan mil cosas de España. Hay en él un poder evocativo como ninguno de los hechos por los pintores”. (Colección Carlos Aragonés)





























































































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