Page 253 - El rostro de las letras
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      236 LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
 tenía restos de escrófula en el cuello. La nariz, un poco de alcuza; los ojos, turbios e inexpresivos; la voz más bien aguda y chillona; la bar- ba, rala y deshilachada, y la cabeza, piriforme, y sin embargo, para muchos era algo así como un gigante y hasta como un Apolo [...]. Yo reconozco que tenía un fondo de antipatía física y moral por él”.
A su gran amigo Ricardo Baroja debemos algunos magníficos agua- fuertes de Valle-Inclán callejeando por los ambientes suburbiales
de Madrid. El propio Echevarría, no sólo le retrató más de una vez, sino que sus mejores estampas infantiles son de los hijos del escritor, como la célebre de Mariquiña, a la que el pintor nos muestra con soguillas, como un calco del conocido retrato de Alfonso Sánchez Portela (1930), que compuso la escena con el maestro rodeado de sus hijos, en su casa de General Oráa. Luis Calvo, que fue testigo privile- giado de la toma, nos la ha descrito de primera mano. “Mientras Al-
Agraviado por la precariedad de su salud, Valle-Inclán escribió buena parte de su obra en la cama, y en la cama le sorprendió ALFONSO, leyendo El Noticiero. Hacia 1930 (Museo Nacional del Teatro. Almagro)






























































































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