Page 229 - El rostro de las letras
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para conmigo, sino para con las letras–, ruégole que vea si puede (la editorial) ofrecer una cantidad aceptable [...]. No tengo yo mi ánimo, ciertamente, para cuentas y cábalas mercantiles, ni soy aficionado a este género de cavilaciones”53.
No es extraño que, en las vísperas republicanas, aún debiesen recu- rrir los escritores a las colaboraciones en la prensa. A la postre, fue en los periódicos donde comenzaron a publicarse las narraciones que habrían de alcanzar mayor popularidad. El éxito de las novelas por entregas no podría entenderse sin el concurso de la prensa. En sus páginas consiguieron llegar al gran público, alcanzando tiradas su- periores a los cincuenta mil ejemplares. Este tipo de publicaciones lo había iniciado ya Julio Nombela en los primeros años de la Restau- ración con La Novela, aunque sus años áureos fueron los del primer tercio del siglo XX. La novedad de las colecciones semanales de no- vela breve era la humildad de su edición, aunque su vinculación con las cadenas de prensa le garantizaban una considerable distribución. Según José Carlos Mainer, al margen de los problemas crematísticos y propiamente literarios que estas colecciones pueden plantear a los estudiosos, lo cierto es que los escritores se encontraban con la posi- bilidad de conseguir unos ingresos que oscilaban entre las doscientas y las quinientas pesetas por cada una de sus narraciones, lo cual era una fortuna entonces 54. Eduardo Zamacois tuvo un protagonismo decisivo en el espectacular desarrollo de las las novelas por entregas. Autor discreto, pero de una perseverancia ejemplar, las concibió como un nuevo tipo de revista literaria, que sustituiría el couché de las publicaciones gráficas por narraciones de escritores “reputados”, ilustradas por los mejores dibujantes y con el retrato de los auto-
res en portada. Pero, ni el precio –treinta céntimos, sólo diez más que un número de Nuevo Mundo–, ni el planteamiento parecieron gustar a los editores, como Ramón Sopena, Gregorio Pueyo y José del Perojo. Zamacois no se rindió y, auxiliado por su socio Antonio Galiano, el día 1 de enero de 1907 puso en los quioscos la primera entrega de El Cuento Semanal, “llevando en sus entrañas de papel la novela El desencanto, de Jacinto Octavio Picón, porque yo quise que desflorase la publicación un académico”, como el propio Zamacois recordó años después en sus memorias. A Picón le siguieron otros, unos consagrados, otros noveles, desde Benavente y los hermanos Quintero, hasta Alfonso Hernández Catá. Si hemos de creer a Zama- cois, “la autoridad creciente” de la colección despertó entre el público
Eduardo Zamacois fue el creador de El Cuento Semanal y el más decisivo apóstol de las novelas por entregas en España. Retrato de BIEDMA. Hacia 1910 (Colección particular)
 53 “Que una editorial es un «Huerto del francés» perfectamente legalizado es cosa que todos sabemos”. Carta escrita en 1912 y recogida por Ian Gibson en Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, Ed. Punto de Lectura, Ma- drid, 2007.
54 Mainer nos regala este texto de Fernández Flórez: “Decir cinco duros entonces era suscitar en él (el escritor) la idea de escribir un cuento; detrás del cuento están veinte bistecs con patatas; detrás de una novela corta está un gabán o la mesada de una casa de huéspedes”. Mainer, José Carlos. La edad de plata, Ed. Cátedra, Madrid, 1975.




























































































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