Page 150 - Revista de Occidente o la modenidad española
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la historia y las tendencias vanguardistas en que se habían embarcado las artes, que, tanto en España, como en Iberoamérica como en el resto del mundo, vivían esos días de gozosa plenitud y ruptura de fron- teras intelectuales. Por ello, no es casual el apelativo «de Occidente» cuando Ortega, junto a Fernando Vela, crea Revista de Occidente en julio de 1923. Vanguardias renovadoras, neoclasicismos modernos, eclosión de los cinematógrafos, crisis económicas, totalitarismos emergentes, ciudades convertidas
en metrópolis, irrupción de los medios de comu- nicación de masas, presencia de nuevos medios como la radio, todo sucedía a la velocidad de un nuevo siglo no menos vertiginoso.1 Y en el centro intelectual y artístico de ese laberinto, las revistas como elementos vertebrales, orientadores, críticos, como guías en la sombra de la existencia, faros en la niebla, antenas que recogen y filtran y cuentan todo cuanto ocurre. Para José-Carlos Mainer:
Las revistas son historicistas o proféticas, nacio- nalistas o internacionalistas; habitualmente las dos (y hasta las cuatro) cosas a la vez. Las revis- tas surgieron precisamente porque algo debía evi- denciar la existencia de estas encrucijadas.2
Son fragmentos de un tiempo que el propio tiempo hace intemporales o, en la idea de las calas en un tiempo «como una piedra en un estanque», la revista «debe crear los círculos concéntricos, cada vez de ma- yor divulgación». Son tiempos en los que las revistas unen, llenan huecos, cubren los espacios blancos que dejan otras actividades culturales (el libro, el cuadro, la película, la representación teatral, la interpretación musical, la universidad...) y un público que se hace
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1Philipp Blom, Años de vértigo, Barcelona, Anagrama, 2010.
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José-Carlos Mainer, «Apuntes sobre fenomenología
de las revistas», Quimera, n.o 250, noviembre de 2004, pp. 12-13.