Page 93 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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El futurismo había aterrizado en España antes que en otros países europeos gracias al vínculo de su promotor Marinetti con Ramón Gómez de la Ser- na, que había traducido el manifiesto futurista en la revista Prometeo. Poco tenía que ver Azaña con un movimiento que proponía “abandonar la sabi- duría” y llamaba a “cantar el amor al peligro, a la fuerza y a la temeridad”2. Cuando, en febrero de 1912, recorre la primera exposición futurista cele- brada en la Galería Bernheim-Jeune de París, Azaña anota en su diario: “[voy] a ver la exposición de los futuristas. ¡Qué broma tan pesada! Y luego, vaya unos revolucionarios, mientras no inventen una pintura sin líneas y sin color estarán en ridículo. [...] En la exposición de los futuristas había unas señoras que pretendían enterarse de todo. ¡Qué graciosas!”3. Un par de meses después visita el Salón de los Independientes4 en el parisino Quai d’Orsay; tras recorrer la exposición, Azaña escribe displicente: “El cubismo, el futurismo y el infantilismo hacen estragos”. En su diario comenta varios cuadros que no le han gustado y se sorprende de la actitud del público, que “asiste con mucha risa; a ratos me ha parecido que con demasiada. No sé por qué; en realidad esto es absurdo”5.
Tras su regreso de París, en 1913 es elegido secretario del Ateneo de Ma- drid, donde conoce a Cipriano de Rivas, que será su compañero insustitui- ble y la principal conexión de Azaña con estas nuevas corrientes estéticas, de las que será un acusado promotor en el ámbito teatral.
Azaña será un asiduo a las tertulias, tanto las que se celebraban en los cafés Regina y La Granja del Henar como la de la Cacharrería del Ateneo, a menudo junto a Valle-Inclán, de quien dijo que convertía la conversación en un género literario. Muchos de los recursos oratorios de Azaña los ad- quiere en esas largas conversaciones en los cafés, “donde va trenzando su incredulidad radical con el inmoralismo de los iconoclastas novicios”6. Aza- ña no participa en escuelas, capillas o cenáculos literarios, que tanto proli- feran en el Madrid de su tiempo, se mantiene como un creador solitario, de los que no necesitan un líder con una propuesta estética, ni busca un grupo que la refrende.
Cuando en 1914 estalle la Gran Guerra, y Azaña asuma la defensa de la causa aliada, se alejará más si cabe de unas vanguardias estéticas que viven el conflicto desorientadas políticamente y presas de burdos nacionalismos. Durante su tercera visita al frente de guerra francés, en 1917, Azaña escribe en su diario: “La guerra, cuando se ve de cerca, deja de ser un tema literario. No se puede recrear en el recuerdo, y menos en la contemplación. Es tra- bajo, privaciones, muerte, destrucción”7.
Tras la Paz de Versalles, viaja con Cipriano a París y comienza, desde el punto de vista literario, uno de los periodos más activos de su vida. Es- cribe para los periódicos españoles, traduce, va al teatro con frecuencia y tiene la oportunidad de asistir al estreno que hacen los Ballets Rusos de
2 Marinetti, F. T., “Fundación y ma- nifiesto del Futurismo”, Prometeo, abril de 1909. En 1910, en esta mis- ma publicación, aparece la “Procla- ma futurista a los españoles” de Ma- rinetti. Cipriano de Rivas publica en La Pluma (mayo de 1921) la reseña “F. T. Marinetti. Le tactilisme. Mani- feste Futuriste. Milan” y, dos años más tarde, aparece en la revista Espa- ña el artículo de Azaña, “Futurismo y Fascismo” (27 de octubre de 1923), en Obras completas, edición de Santos Juliá, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constituciona- les, 2007, vol. 2, pp. 282-283. En adelante, se cita como OC, con el número de volumen y la paginación correspondiente.
3 Azaña, Manuel, “París, 1912”, 22 de febrero, OC, vol. 1, p. 701.
4 En la exposición de la Société des Artistes Indépendants (20 de mar- zo-16 de mayo de 1912) se pudieron ver obras de Robert Delaunay (como la famosa La ville de Paris), de Juan Gris (que presentó su Homenaje a Picasso), y de Chagall, Brancusi y Archipenko, entre otros. También se debía haber expuesto la obra de Marcel Duchamp Nu descendant l’escalier, pero fue rechazada por el jurado.
5 Azaña, Manuel, “París, 1912”, 8 de abril, OC, vol. 1, p. 716.
6 Azaña, Manuel, “El descreído en Palacio”, OC, vol. 2, p. 168.
7 Azaña, Manuel, “Reims, Verdún, Toul, Nancy. Diciembre de 1917”, OC, vol. 1, pp. 779-783.
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