Page 81 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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En cualquier caso, Azaña, heredero del pensamiento dieciochesco, se mues- tra especialmente sensible a las manifestaciones de la cultura francesa y se deleita con la visita a los museos y a las iglesias parisinas. Así, la tarde del 24 de diciembre asiste a las Vísperas en Nôtre Dame, que califica de “bello espectáculo”, y escribe: “Una iglesia gótica, un órgano y unos niños en el coro forman un conjunto que está para siempre incorporado al número de las cosas bellas” (I, 678). Volverá el 4 de abril de 1912, Jueves Santo. Al día siguiente, Viernes Santo, después de pasear por los bulevares y ver los esca- parates de las librerías, entra en la Trinité para escuchar La Pasión según San Mateo de Bach (I, 714). En el artículo de 19 de diciembre de 1911 para La correspondencia de España resume la sensación que experimenta: “La fuerza de París es de orden estético; nace del acuerdo feliz de un ilustre ayer y de un hoy esplendoroso”, y más adelante: “de ahí la inmunidad de París contra ciertas plagas, incluso la del americanismo” (I, 178).
En realidad, aunque el motivo de la estancia fuera el estudio del derecho civil francés, la gratificación personal que recibe Azaña va más allá. En la carta que escribe el 11 de enero de 1912 a su amigo de Alcalá José María Vicario confiesa:
Vivir en París como yo vivo es vivir libre. [...] París no es para visto, sino para gozado a sorbitos. [...] Este es el gran fruto que espero sacar de mi viaje: no conocimientos nuevos, no libros, no estadísticas, no orientaciones modernas, sino aguzar y afinar un poco la sensibilidad (I, 840-841).
Los días transcurridos en París están ocupados en paseos, cursos –de con- ferenciantes franceses del momento, como el filósofo Bergson, pero tam- bién de hispanistas de la talla de Morel Fatio, que diserta sobre el siglo xvi–, museos, donde centra su atención en los pintores españoles (I, 731), la música o representaciones teatrales a cargo de reconocidas actrices como Sarah Bernhardt o madame Barthet, pero también la consulta frecuente de libros en la biblioteca de Santa Genoveva, en la que, según Santos Juliá, toma notas de autores franceses, especialmente los que se ocuparon de España, y de obras de Rousseau (I, XXIV), del que, en la publicación de 14 de julio de 1912 en La correspondencia de España, recuerda “el primer en- cuentro de un corazón sensible y juvenil con el espectáculo de la belleza natural”, y a continuación asevera: “Pasada esta embriaguez se empieza a conocer a Rousseau” (I, 197).
Azaña queda admirado por el intenso ambiente cultural y por la implica- ción de la sociedad parisina, que asiste a conferencias de divulgación, por- que, aparte de producir obras bellas y estudiarlas, el espíritu francés “quie- re formar también un público que sea capaz de amarlas” (I, 190), asegura en “Los oradores de la Sorbona”, publicado en La correspondencia de Espa- ña el 4 de abril de 1912, donde, además, el futuro político observa el estilo
80 M.a Ángeles Hermosilla Álvarez





























































































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