Page 369 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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trabajaban con la Legación de México. Un asunto que vigilaba atentamente el agregado policial, ya que esa acción entorpecía su actividad tendente a arrestar tanto en la zona ocupada como en la “zona libre” a los exiliados re- publicanos que tanto le atormentaban. De hecho, fue durante aquella pri- mera estancia en Montauban cuando se enteraron, más que probablemente por boca del prefecto, que Azaña residía en Montauban en casa de un mé- dico francés, el doctor Cave. Afortunadamente para Azaña, la poca profe- sionalidad y la actitud de prepotencia con la que actuaban Urraca y sus acompañantes, alojándose en el céntrico Hôtel du Midi, a la vista de todos, permitió que el capitán Haro recabara la información suficiente para tran- quilizar a su ministro y a los allegados del expresidente.
Dos semanas después, la situación operó un giro radical cuando Urraca y su grupo de falangistas volvieron a Montauban con la firme intención de secuestrar a Azaña. Este, reacio en un primer momento a refugiarse en la Legación de México en Vichy, hasta que no se solucionara el arresto domi- ciliario de su familia en Pyla-sur-Mer, aceptó finalmente el ofrecimiento del ministro Rodríguez aconsejado por todos; en primer lugar, por su esposa. Esta decisión motivó la vuelta del ministro Rodríguez, el mismo día en que desembarcaba Urraca en Montauban. Sin perder un instante, Rodríguez organizó la protección de Azaña trasladándole al Hôtel du Midi, bajo am- paro de la bandera mexicana. Reservó varias habitaciones del ala derecha del primer piso, donde, además del expresidente y su esposa, se alojaron los doctores Vaca y Pallete, el capitán Haro, el mayordomo Antonio Lot y el cónsul mexicano Prado.
Rodríguez se daba cuenta perfectamente de que esta guardia no sería sufi- ciente ante un asalto de los policías españoles, que, en último extremo, podrían contar con la pasividad de las autoridades francesas. Invitó enton- ces al diputado de Izquierda Republicana Carlos de Juan y al cónsul Prado a que se dirigiesen a todos los lugares cercanos donde residiesen exiliados españoles para que acudiesen al Hôtel du Midi, con el pretexto de infor- marles sobre las posibilidades que ofrecía el acuerdo entre su país y las au- toridades de Vichy. Acudieron al lugar varios centenares de compatriotas, la mayoría mutilados de guerra, en realidad perfectamente enterados de lo que se trataba: formar un escudo humano e impedir a toda costa el rapto de su presidente.
Se produjo entonces una escena surrealista. En el amplio vestíbulo del ho- tel, una muchedumbre de hombres, golpeados duramente por los estragos de la guerra, impedía el acceso a las escaleras que llevaban al primer piso, mientras en el restaurante del hotel Urraca y sus secuaces compartían mesa con el comisario de policía6. Aquel, alentado por las detenciones de varios políticos republicanos en las semanas precedentes, con la colaboración de la Gestapo y con la ayuda, si no logística por lo menos informativa, de las autoridades policiales y prefectorales de Vichy, ahora pretendía añadir un
6 Ibídem, p. 257.
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