Page 321 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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bilidad de ese trienio ibérico fue mucho más profunda que cualquier otra. Y en 1936 se reactivó de tal manera que el Gobierno portugués, sintiendo la amenaza de la revolución social ibérica, se vio obligado a intervenir.
No nos interesa el desenlace, que conocemos de sobra. Nos importa volver a la encrucijada del referido trienio: España, construyendo la democracia; Portugal, implantando la dictadura. A la trascendencia del momento his- tórico corresponde la envergadura de los actores: Oliveira Salazar, Manuel Azaña. Curioso que sus nombres suelan omitirse en esta historia. Entre ellos mismos tampoco parecen reconocerse. Por ejemplo, en los meticulosos diarios de Azaña, por los que desfilan multitud de personajes, grandes o pequeños, no se encontrará ninguna mención a Salazar. No se hablaban, aunque la historia los relaciona estrechamente en ese trienio clave en que construyen casi al unísono los caminos divergentes de regeneración de sus respectivos países. ¡Tan distintos los caminos!
Pero ¿y los personajes? No sería exagerado decir que Azaña y Salazar están en las antípodas. Difieren en casi todo –por no decir en todo– lo funda- mental: el origen, la formación, las ideas, la hechura humana y política. Azaña es un urbanita, con familia de clase media y tradición liberal. No llama la atención por sus estudios, y tan solo para asegurarse un sustento que le permita vivir sin estrecheces, gana una plaza de funcionario. Azaña es un notable escritor y un intelectual cuya vida y obra son inseparables del Ateneo. Miembro de esa brillante intelligentsia española de la generación del 14, Azaña aspira a una profunda democratización de la vida política no solo para dar cauce y representación a la nueva realidad social del país, sino también para legitimar la urgente liquidación de las viejas estructuras que mantenían su atraso histórico y bloqueaban su modernización. Azaña, como buena parte de esa intelectualidad progresista de la época, encontra- rá por un momento su mejor expresión política en el Partido Reformista creado por Melquíades Álvarez en 1912. Lo abandonará cuando se revele imposible instalar la democracia en la monarquía. Y la inmediata dictadu- ra de Primo de Rivera le conduce al activismo político. El republicanismo histórico era una respetable momia; el del partido radical de Lerroux, po- pulista y demagógico, estaba desprestigiado. El que ahora impulsa Manuel Azaña, desde el nuevo partido Acción Republicana, es radicalmente mo- derno: la república debe equivaler a democracia política y democracia so- cial. Y tiene por misión llevar a cabo una verdadera revolución en la histo- ria de España. Cuando en abril de 1931 se imponga de forma sorpresiva, Azaña es figura destacada, convertida en líder indiscutido, cuando acome- te con valor y éxito sorprendentes, aún desde el Gobierno Provisional, la reforma militar por la que todos clamaban.
Salazar es el cuarto hijo de una modesta familia rural, que, gracias al semi- nario, consigue culminar estudios superiores en la Universidad de Coimbra, donde alcanza muy precozmente la cátedra y, con ella, un indiscutible pres-
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