Page 320 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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1 Documento completo en Torre, Hipólito de la, A relaçao peninsular na antecâmara da guerra civil de Espanha (1931-1936), Lisboa, Cosmos, 1998.
No conviene exagerar ligando directamente el democratismo iberizante de la república de Azaña, y en general de la izquierda republicana española, a la intervención portuguesa en la Guerra Civil, aunque es evidente que desde el principio fijó en la dictadura salazarista una imagen de España poco tran- quilizadora. La dictadura portuguesa distinguía bien la república burguesa –por más radical que fuese– de la república revolucionaria y socialista que, tras la victoria electoral de las derechas en noviembre de 1933, estaba ganan- do terreno dentro del conjunto de las oposiciones de izquierda. La revolu- ción social era el verdadero peligro, porque, además, por su propia natura- leza internacionalista, era expansiva, y en este caso iberista. La radicalización de la vida española tras la victoria del Frente Popular no hizo sino confirmar esa deriva revolucionaria. El propio Azaña, presidente de la República, in- capaz de detener el rodillo del caos que avanzaba imparable desde febrero de 1936, pondrá enorme empeño en asegurar a Portugal todo el interés que tenía en un entendimiento amistoso. Como mejor muestra, envió de emba- jador en Lisboa al ilustre historiador Claudio Sánchez Albornoz, que, en su primera visita a Salazar, tendrá que oír, de entrada y bocajarro, la siguiente advertencia del presidente del Consejo: “Dos condiciones son necesarias para el éxito de su gestión en Portugal. Primero que España no sienta nin- gún empeño en relación a la independencia portuguesa. [...] Y, además, [...] es necesario [...] que España no se mezcle en la vida interior de Portugal”1.
Pero la historia, grande o pequeña, tiene sus actores, cuya importancia debe ponderar el historiador. Lo señalé antes: nos situamos en el punto de quie- bra de una crisis del sistema que España y Portugal viven con escasa dife- rencia de años. En 1928 la dictadura militar portuguesa, que dos años antes había puesto punto final a la caótica república parlamentaria, entregó a Salazar la cartera de Finanzas. El ministro exigió plenos poderes en el terreno financiero. Los obtuvo y el éxito de su gestión le abrió las puertas de poder que constitucionalizó, entre 1930 y 1933, y ejerció de forma personal hasta su incapacitación en 1968.
En España, la dictadura militar de Primo de Rivera no consiguió, como su homónima portuguesa, derivar en un régimen autoritario estable e institu- cionalizado. Se impuso, con abrumador apoyo popular, una democracia republicana, socialmente muy avanzada.
Por tanto, en tan solo tres años (1930-1933) España y Portugal entraron en una situación nueva, que pretendía ser definitiva respuesta a la crisis irrecuperable de sus respectivos estados liberales. Reparemos en esto: nun- ca Portugal y España habían coincidido en un cambio de esa envergadura; y nunca esos cambios habían sido tan radicalmente distintos e incluso in- compatibles.
Ya sabemos que esas incompatibilidades políticas en la península daban siem- pre lugar a desequilibrios y tensiones entre los socios ibéricos. La incompati-
salazar. el enemigo innominado 319