Page 290 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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3 Carral, Ignacio, ¡¡Azaña!!, Madrid, 1935.
1990, y aún hoy una de las obras audiovisuales más importantes dedicadas a su figura, se abra con los testimonios de unos paisanos del presidente que todavía le recordaban con admiración, a pesar del tiempo y el olvido. Fer- nández Cormenzana pone en el pórtico de su documental unos testimonios con los que quiere destacar el reconocimiento popular a la figura de Azaña, a pesar de los años.
Los entrevistados recuerdan su presencia, todavía niños, en el famoso mitin de Comillas, evocan su visión personal de Azaña y recuperan algunas coplas que el pueblo alcalaíno dedicó a su político más conocido. Coplas en las que puede rastrearse también el clima ‘popular’ que se vivía en la Segunda República.
Por echar un viva Azaña me metieron en la cárcel. Viva Azaña y su partido, no faltará quien me saque.
“Decir Azaña es decir la República”
Aunque no fue el primer presidente de la República, Azaña se constituyó, desde muy temprana hora, en el símbolo de este régimen, como destaca en 1935, el periodista segoviano Ignacio Carral, que indica que esa convicción no procede del propio Azaña, sino de lo que llamaríamos hoy ‘opinión pública’, identificada por Carral como “masa popular”. Escribe Carral:
Esta identificación [entre Azaña y la República] no la ha pregonado él, ni siquiera sus partidarios [...] sino, por una parte, la gran masa popular, que puso en la República tantas esperanzas, y por otra, los monárquicos, en los que la República despertó tantos temores. Para unos y otros decir Azaña es decir la República, para envolver ambos nombres en el mismo amor o en el mismo odio3.
Ese tono es adornado con elementos casi sacrificiales, como esa frase que recordaba su amigo Ossorio: “Durante la guerra los republicanos morían en el frente o en la retaguardia dando vivas a Azaña, porque era tanto como vitorear a la República”.
Sí, es el primer presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá-Zamora, ligeramente desaliñado, el que aparece en la portada de la revista Time en 1931, como símbolo de la acogida internacional a la nueva España repu- blicana, pero es la figura de don Manuel Azaña la que, desde un principio, cala en buena parte de los simpatizantes republicanos. Y, por consiguiente, también es rápidamente elegida por sus contrincantes como el símbolo de todo lo peor del régimen republicano. Posteriormente, Azaña sería prota- gonista de otra portada de Time, en agosto de 1936, esta vez mucho más
Azaña años 30: popularidad y cultura de masas 289