Page 198 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Manuel Azaña
Plumas y palabras
Madrid, CIAP, 1930 Colección particular
señalar luego que “en rigor, la culpa de ese chasco in- cumbía a la escuela primaria”, y se hubiera evitado “aprendiendo a tiempo un poco de geografía, un poco de historia y los rudimentos del arte de discurrir”.
A finales de los años veinte, al tiempo que activaba su acción en pro de la República, Azaña subrayó las insufi- ciencias que advertía en la trayectoria liberal española, imbuida, a su ver, de tradicionalismo historicista. Tal crítica entrañaba alguna contradicción con respecto a lo que él mismo escribía cinco años atrás. En el comentario al Idearium había dejado dicho: “Que los constituciona- les españoles del siglo pasado buscasen la tradición y el entronque de las nuevas Cortes con las antiguas no era ningún disparate. Tanto menos cuanto que de Cortes como las españolas habían salido poco a poco en otros países parlamentos como el que pretendían instaurar”. Sin embargo, en la conferencia que pronunció en el Ate- neo –que a la sazón presidía él mismo– el 20 de noviem- bre de 1930, titulada Tres generaciones del Ateneo, afirmó algo que suena bastante distinto: “Hace un siglo los re- volucionarios liberales se empeñaron en demostrar que su revolución restauraba instituciones arcaicas. Toreno, Argüelles, Martínez de la Rosa, el propio Martínez Ma- rina y otros expositores del liberalismo español torturan la tradición para autorizar su obra política”6.
En esa misma ocasión, alentando una radical ruptura política con la mo- narquía, dijo algo que puede resultar sorprendente: “En el estado presente de la sociedad española, nada puede hacerse de útil y valedero sin emanci- parnos de la historia. Como hay personas heredo-sifilíticas, así España es un país heredo-histórico”. Aclaró que no se refería a la historia como cien- cia o como actividad intelectual, sino a una creación interesada de valores y arquetipos, fijados por “una doctrina elaborada hace cuatros siglos en defensa y propaganda de la monarquía católica imperialista, sobrepuesta con el rigor de las armas al impulso espontáneo del pueblo”. Aquella inven- ción del pasado, que paralizaba la construcción razonable del futuro, era motejada de “morbo histórico”, cosa distinta y opuesta a la investigación y al análisis historiográficos: “El morbo histórico que corroe hasta los huesos del ente español no se engendra en la investigación ni en la crítica o análi- sis de los hechos; antes, la falta de esos hábitos mentales prepara el terreno y lo dispone a la invasión morbosa”.
La tendencia a establecer comparaciones históricas para aclarar el presente le venía de lejos. En 1919, con un ojo puesto en el pasado reciente de Francia y otro en el papel histórico de los militares en España, había dado
6 Azaña, Manuel, OC, vol. 2, p. 1011.
¿azaña historiador? la fundamentación histórica de su acción política 197