Page 187 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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ciones. Estaba tan reciente el reconocimiento del derecho de asociación, que no resulta llamativo que Azaña se viera obligado a justificarlo, y a afirmar, hiperbólicamente, que el derecho de asociación si no es superior al derecho a la vida, sí está al lado suyo.
En la conferencia cabe destacar dos rasgos principales. El primero es su propia estructura, con tres partes bien diferenciadas –significado y régimen del derecho de asociación, asociacionismo religioso y asociacionismo obre- ro–. El segundo es el detenimiento con el que examina las asociaciones socialistas. Como puede verse, la tesis doctoral, sobre las multitudes, y la conferencia académica, sobre las asociaciones, revelan el interés de Azaña en las colectividades humanas. Es el mismo interés que mostrará más tarde en el Estado como estructura jurídica.
En esta temprana conferencia de Azaña aparecen ideas jurídicas que volve- rá a sostener muchos años después: que así como el asociacionismo es un derecho que el Estado no puede condicionar, la personalidad jurídica de las asociaciones sí puede determinarla y regularla; que las órdenes religiosas surgen de las normas eclesiásticas, pero el Estado puede reconocerles o no personalidad jurídica; que las asociaciones religiosas no deben ser objeto de una consideración jurídica especial que las aleje, en su régimen legal, de las asociaciones civiles...
La conferencia de Azaña suscitó un debate muy vivo. Intervinieron en él veintiún académicos. En la memoria del secretario general de la Academia dedicada a ese curso no aparece otra conferencia que produjera tanto inte- rés. Están justificadas las palabras que Azaña escribe a un amigo, diciéndo- le que la conferencia ha sido recibida como una revelación.
Azaña tomó parte muy activa en la discusión de otras cuestiones que se plantearon a debate en la Academia. En las memorias de los cursos siguien- tes aparece su nombre en coloquios sobre la educación, sobre el contrato de trabajo y sobre otros temas.
Frustrados los negocios heredados en Alcalá de Henares –una fábrica de ladrillos y tejas, una central eléctrica y una finca agrícola–, que durante tres años dirigió con su hermano Gregorio, en pocos meses preparó una de las oposiciones más difíciles del Estado: la de letrado de la Dirección General de los Registros y del Notariado, que aprobó en 1910. Como letrado, for- mó parte de diversos tribunales de oposiciones a Notarias (en La Coruña, 1924 y 1927; Burgos, 1926; y Valladolid, 1929).
Inmediatamente después de aprobar las oposiciones de letrado de la Direc- ción, solicitó una beca a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigacio- nes Científicas, organismo creado tres años antes para el servicio de amplia- ción de estudios dentro y fuera de España, según el artículo primero del Real
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