Page 100 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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33 Schwartz, Jorge, Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáti- cos y críticos, Madrid, Cátedra, 1991, p. 284.
34 Azaña, Manuel, “Madrid, 1927”, 2 de mayo, OC, vol. 2, p. 1032.
35 Díez-Canedo, Enrique, “Manuel Azaña. El jardín de los frailes”, El Sol, 2 de junio de 1927.
36 Chabás, Juan, “El jardín de los frailes”, La Libertad, 13 de mayo de 1927.
37 Azaña, Manuel, “Madrid, 1927”,
13 de mayo, OC, vol. 2, p. 1035.
38 Antonio Espina fue uno de los jóve- nes más próximos a Azaña y segui- dor de sus ideas políticas. En el dis- curso pronunciado por Azaña en el homenaje a Espina celebrado en 1935, dijo: “Mucho he estimado yo siempre a Antonio Espina, poeta en la vanguardia de la poesía, cuando lo que él representa era mirado con hostilidad, como se mira hoy la Re- pública por los antirrepublicanos. Entonces, Espina era la promesa bri- llante, hoy felizmente realidad gustosa
y consagrada” (OC, vol. 5, p. 467).
39 Azaña, Manuel, Carta a Cipriano (Madrid, 23 de junio de 1929), OC,
vol. 2, pp. 1151-1153.
Otro largo texto, en este caso sobre la amistad de Valera con Serafín Esté- banez Calderón, va a aparecer en dos números consecutivos (noviembre y diciembre de 1929) de Contemporáneos, revista literaria dirigida por Ber- nardo Ortiz de Montellano, que fue la más importante del México de los años veinte; en ella se encuentran “los nombres de los fundadores de la poesía mexicana moderna”33. Azaña mantuvo una estrecha amistad con varios escritores de este país; con los ya citados Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán, también con el poeta Enrique González Martínez, autor del cé- lebre verso “tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje”.
En abril de 1927, Azaña publica El jardín de los frailes, su primera novela; desde el punto de vista de la creación literaria, su primer libro. Azaña anota en su diario los comentarios que suscita su aparición. En un encuentro en La Granja del Henar, Pedro Salinas alaba esta novela (“más que nada, el lenguaje y el análisis. Austeridad española y formación literaria francesa. Le sabe a cas- tellano genuino, sin aliño mediterráneo o gallego o andaluz, y sin el engola- miento de Pérez de Ayala”), y eso le encanta a Azaña. Además, se entera de que le gusta a Antonio Espina: “Me sorprende agradablemente. Creía yo que estos jóvenes innovadores hallarían mi estilo arcaizante”34. Poco después, deja cons- tancia de las felicitaciones de Jorge Guillén y de su saludo a Dámaso Alonso. Alonso había sido el primer traductor del libro de James Joyce El artista ado- lescente: Un retrato, que el poeta y crítico Enrique Díez-Canedo emparenta con El jardín de los frailes: “semejanza, por supuesto, parcial y adjetiva”35.
No todo van a ser felicitaciones de estos innovadores, el joven poeta y crí- tico Juan Chabás escribe que Azaña pertenece “a ese izquierdismo español templado e intelectual, desinteresado, que siempre tuvo los mejores pro- pósitos pero que jamás hizo nada. Apartamiento total, apenas interrum- pido por algún instante de acción ineficaz, de todo gesto de combate, de briosa lucha en el campo político”. A Chabás no le gusta su prosa, que es “fría, sin brillo, casi sin color; pero exacta, sustancial, profunda”, y remata: “la metáfora, siempre pobre”36. Después de leer esta crítica, Azaña anota: “Como yo me figuraba, el joven estentóreo, señor Chabás, no sabe lo que es metáfora”37.
El diario de Azaña de este periodo está plagado de comentarios sobre el medio literario que, con frecuencia, le resulta sofocante; como cuando es- cribe a Cipriano para avisarle de que no irá al banquete que se está prepa- rando a Antonio Espina “por falta de recursos y de paciencia para ver a tanto vanguardista junto”. En esa carta, aprovecha y le da cuenta de la lectura del libro de Espina38: “me mandó ayer mismo su novela (Luna de copas), y he leído un poco de ella; se habla del aleteo de la sierpe. ¡Cosas!”39.
Azaña era un lector desazonado ante las novedades, que acostumbraba “a leer en coloquio con el autor, a pedirle sus razones”40. Lo que venía de las vanguardias le parecía excesivo, advertía que
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