Page 85 - Intermedios
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 orquesta tocaba en el salón, mientras los pasajeros charlaban, fumaban, indolentemente recostados en las anchas butacas, se percibió un estrépito formida- ble. El barco había chocado contra una roca, contra un témpano enorme de hielo, contra otro barco. no se sabía nada en los primeros momentos. Al estupor siguió el espante. un momento antes, todo era placi- dez, sosiego, bienestar. Cada pasajero, independiente- mente de los otros, llevaba, en el tiempo, su ruta ideal: ruta de satisfacciones o de dolores; el azar los había unido en este buque, sobre la inmensidad del mar. Idealmente, con los ojos del espíritu, podríamos ver que del barco, del suntuoso salón de este barco, don- de los pasajeros se hallaban reunidos, salían en todas direcciones, hacia Europa, hacia América, hacia todas las partes del mundo, como hilos invisibles, haces de hilos sutiles, que se cruzaban y entrecruzaban en el espacio, y que representaban las vidas de todos estos hombres. Y ahora, de pronto, una mano poderosa e invisible había caído violentamente sobre el barco, y al caer había perforado, hundido, desgarrado, la trama sutil e invisible de todos esos hilos. ¿Cuántos hilos de esos, en la espantosa perforación de la malla, iban a quedar destrozados? ¿Cuántos, por feliz azar, iban a resultar indemnes?
-¡Eh, caballero! un momento...
Y el capitán del barco ponía suavemente la mano en el hombro de un pasajero. De un pasajero que, entre la terrible confusión, luchaba por ganar uno de los botes de salvamento.
El caballero se volvió hacia el capitán.
-no se apresure usted-le dijo el capitán-; un poco de tranquilidad, aunque tener tranquilidad cueste mucho en estos momentos.
-¡no puedo! ¡no puedo!-gritaba el caballero a quien el capitán hablaba.
-Calma, calma, un poco de calma-volvió a repetir el ca- pitán.
Y a seguida añadió:
-Hay botes para todos; espere usted un poco; no ten- ga ningún temor; deje usted pasar a esos pasajeros; usted irá en aquel bote de allá que están preparando.
-¿En aquel de allá?-preguntó, tendiendo la vista por la cubierta, el caballero.
DIBuJOS DE MAnCHOn
-Sí, sí; ese es el último bote; el último; pero el más vacío; podrá usted ir en él sin peligro ninguno.
-¿Sin peligro ninguno?-tornó a preguntar, lleno ele espanto, el caballero.
Y, al decir esto, su mirada se posaba insistentemente en la cara del capitán. - ¡Hay tiempo sobrado!--exclamó serenamente el capitán.
El pasajero observaba la fisonomía del capitán del barco. Del fondo ele su con- ciencia, de allá de lo pretérito, salía a la sobrehaz del espíritu un vago recuerdo. Profundamente, en presencia de, este hombre, todo su ser se sentía conmovido.
-¿Y usted, capitán?-preguntó, al cabo de un momento de silencio. - ¿Yo? no se preocupe usted...
-¿De quién deberé acordarme siempre? - tornó a preguntar.
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