Page 84 - Intermedios
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¿Por qué llora esta buena mujer cada vez, todas las tardes, que sienta sobre sus rodillas a Juanito y le mira a los ojos, fijamente, con una mirada larga, intensa? En la casa han advertido estos llantos silenciosos de la buena mujer. no se los explican; esta sirvienta vivía sola; es soltera; sus parientes -no tiene padres- viven en un pueblo lejano. Poco a poco, el tío de Juanito -que es un poco aficionado a escudriñar misterios psicoló- gicos- va aclarando, allá en su interior, este problema de los lloros. un día llama a la cocinera; la buena mujer llega inquieta a la sala donde la aguardan.
-Paula-le dice el señor, afectando una gran severidad-; Paula, sé que usted llora todas las tardes, cuando Jua- nito viene a casa y usted le acaricia en la cocina. no comprendo esos lloros; usted es soltera; no puede us- ted evocar, al ver al niño, el recuerdo de otro niño. Y yo tengo derecho a saber qué misterio se esconde en esas llantinas de usted.
La buena mujer se queda suspensa; no acierta a decir nada; pronuncia, al fin, algunas palabras incoheren- tes... El señor la escucha, fingiendo la misma severidad del principio. Lentamente, con trabajo, el misterio se va aclarando. El misterio es cosa corriente, de todos los días. Sí, desgraciadamente, para las mujeres infor- tunadas, desvalidas, desamparadas, de todos los días.
-¡Paula!-grita al cabo, de pronto, el señor-. ¡Eso es inco- rrecto! ¡usted nos ha engañado!
Paula tiembla, gime, llora; sus manos se tienden, supli- cantes, hacia el terrible señor. Y el señor, súbitamente, exclama.
-Paula, ¡deme usted esas manos! Así su mano en mis manos. ¡no llore usted! Mañana mismo va usted a traer a su hijo. A traer a su hijo, para que juegue con mi sobrino y para que sea atendido aquí y no pase ne- cesidades...
Hay en alguna parte-fuera del tiempo, en la eterni- dad-un péndulo misterioso, inexorable, que marcha, para dos personas, de una parte a otra, lento, impla- cable, y que une las dos vidas de esas personas y las separa. En la eternidad, obedeciendo a leyes que no conocemos, dos personas son unidas, por el afecto, por la desgracia, y luego separadas por la adversidad, por la muerte. Con un ritmo de dolor, o de alegría, o de tragedia, o de muerte, el péndulo va de una parte a otra, de la derecha a la izquierda, de la izquierda a la derecha ; las dos personas cuyas vidas están reguladas por ese péndulo marchan por el mundo, tienen nego- cios, aman, ambicionan, sienten tristezas, se exaltan
con alegrías, y cronométricamente, con regularidad fatal , llega un momento en que se acercan, se unen, y la una hace la desgracia o la fortuna de la otra.
Juan Griñón y Pedro Maillo han jugado mucho, juntos, ellos dos solos, de niños. La casualidad los unió. Varios años permanecieron en la misma casa. Juan iba a vi- sitar todas las tardes a sus tíos. Pedro era hijo de una buena mujer infortunada. Pasaron varios años; Pedro recibió la primera educación en casa de los tíos de Jua- nito; nada le faltaba; el niño era afectuoso e inteligen- te. un día, al cabo ele varios años, murió, en el pueblo lejano, un pariente de la madre de Pedro; ese pariente era rico; no perdonó nunca, en vida, la falta, la caída, el infortunio de la buena mujer. Al morir, arrepentido de
su crueldad, legó la fortu- na a su parienta.
¿Eh? Señor, un momen- to...
El capitán del barco puso delicadamente la mano en el hombro del pasaje- ro. El barco se hundía por instantes; reinaba una es- pantosa confusión sobre cubierta. A primera hora de la noche, después de cenar, en tanto que una
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DIBuJOS DE MAnCHOn
  




















































































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