Page 20 - Hispania nostra
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JOSÉ MARÍA BALLESTER
Cuando hace cuarenta años se firmó en la Biblioteca del Palacio de Liria, de Madrid, la constitución de Hispa-
nia Nostra, con el entonces Duque de Huéscar como primer presidente, se iniciaba una aven- tura de largo recorrido en la protección y defensa del Patrimonio Cultural, por parte de la sociedad civil española. Y se iniciaba, al mismo tiempo,
la integración de sus incipientes funciones en
las dinámicas europeas, precisamente en el momento en que la Transición democrática abría nuevas fronteras a la sociedad civil. El hecho
de que Su Majestad la Reina Doña Sofía aceptara la Presidencia de Honor de la Asociación y que la distinguiera con especial benevolencia, cons- tituyó el espaldarazo decisivo para que Hispania Nostra fuera lo que hoy es.
Fue al final de los años sesenta, al genera- lizarse las reconstrucciones que siguieron a la terrible y devastadora Segunda Guerra Mundial, cuando la sociedad europea comenzó a reac- cionar para salvaguardar el Patrimonio Cultural en su conjunto, considerado ya como una serie de bienes comunes que configuraban un espa- cio compartido. Un espacio que nos pertenecía a todos los ciudadanos, más allá de fronteras, culturas o creencias, como también reconoce- ría la Unesco en sus Convenios y al crear su Lista de Patrimonio Mundial. Un espacio que, muchos años después, cuando se produjo la caída del muro de Berlín, los gobiernos terminarían por considerar como un factor determinante para la unidad del continente y como expresión genuina —con el Estado de Derecho, las democracias parlamentarias, la universalidad y la indivisibili- dad de los Derechos Humanos— del modelo
de sociedad al que aspiraba, o debía aspirar,
la nueva Europa (Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno. Declaración Final. Viena 1993).
El Año Europeo de Patrimonio Arquitectónico
Un informe presentado en la Asamblea Parla- mentaria del Consejo de Europa, el denominado Informe Weiss, a finales de esos años sesenta,
fue el punto de partida para que esta Organiza- ción Internacional —que catalizaba entonces las ambiciones europeas— convocara una magna campaña intergubernamental en favor del Patrimonio, el Año Europeo del Patrimonio Arqui- tectónico, celebrado en 1975, que marcaría el comienzo de una sólida cooperación intergu- bernamental y ciudadana en este campo. Una cooperación, decimos, que transcendería el propio «telón de acero», para abrirnos una Europa casi desconocida y devolver a nuestro continente no sólo los límites de su espacio geográfico,
sino también su unidad y su diversidad cultural.
Brazo no gubernamental del Consejo de Europa
El Año Europeo de 1975 estuvo precedido por una serie de confrontaciones previas, celebradas en diferentes ciudades europeas y organizado por un Comité intergubernamental, cuyas delega- ciones estaban encabezadas por un diplomático. Al frente de la española figuraba el embajador marqués de Santa Cruz. La emergencia progre- siva de la sociedad civil, que en aquellos años y en este campo del Patrimonio Cultural se había producido, hicieron pensar al Consejo de Europa en la conveniencia de contar con una Federación de Asociaciones que canalizara esas nuevas fuer- zas emergentes, de carácter no gubernamental. Existían ejemplos individuales y específicos
a nivel nacional o local en diferentes países,
con el Reino Unido como pionero y el National Trust inglés a la cabeza, como ejemplo y para- digma inalcanzable. Pero, unos años antes
18 HISPANIA NOSTRA · 4O ANIVERSARIO