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FIG. 15
Retrato de Juan Vilanova y Piera el más grande prehistoriador español del siglo XIX, con la medalla de académico de número de la Real Academia de la Historia. Retrato existente en el Ateneo de Madrid.
En 1873 salieron a la venta otras dos tablas broncí- neas, por las que pujaron los Museos del Louvre y de Berlín pero, ante la posible venta al exterior, intervino el Museo Arqueológico Nacional, que comisionó a Rada para que comprase dichas piezas realizase una excavación en el lugar, en busca de nuevas tablas, obte- niéndose un fragmento de una de las ya adquiridas, así como numerosos objetos escultóricos, que fueron re- mitidos al Museo (Salas y Beltrán 2008).
Pero prueba de la inacción de las Comisiones Cien- tíficas en materia de arqueología, fue la aparición de una serie de sociedades arqueológicas que, en algunos casos, tendrán un papel predominante en las excava- ciones arqueológicas de algunas regiones y comarcas. Entre estas destacan la Sociedad Arqueológica Valen- ciana (1871) (Goberna 1981), la Asociación Artístico Ar- queológica Barcelonesa (1877), la Sociedad Arqueológica Lulliana (1881) (Salvá 1985), la Sociedad Arqueológica de Vic (1882) la Sociedad Arqueológica de Carmona (1885) (Maier 1997) el Ateneo y Sociedad de Excursiones de Se- villa (1887) y su filial la Sociedad Arqueológica de Osuna (1887) (Salas 2002), la Asociación Artístico Arqueológica Mataronesa (1882) o la Sociedad Arqueológica de Ponte- vedra (1894) por citar algunos ejemplos bien conocidos.
En otros casos, la creación de sociedades apareció bajo el paraguas de sociedades excursionistas, como en Cataluña, donde se crearon la Sociedad Catalanista (1876) y la Sociedad Catalana (1878), que acabarían uni- ficándose en 1890 en el Centre Excursioniste de Cata- lunya (Cortadella 1997; Cortadella, 2004), o la Sociedad Artístico Arqueológica de Excursiones de Cádiz (1893).
Pese a la corta duración de muchas de ellas, du- rante la misma llegaron a publicar una serie de revistas que contenían las aportaciones de los miembros. Ente estas publicaciones destacan, por mencionar algunas, las Memorias de la Sociedad Arqueológica Valenciana (1871-1880), el Butlletí de l’Associació d’Excursions Ca- talana (1878-90), Galicia Diplomática (1882-1893), el Boletín y luego Revista de la Asociación Artístico-Ar- queológica Barcelonesa (1891-96, 1896-1913) y el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, creado en 1885 y que todavía continúa en activo a día de hoy. A ellos ha- bría que unir también el Boletín de la Real Academia de San Fernando, creado en 1881 y que tuvo una tirada pe- riódica hasta 1900.
Muchas de estas sociedades y asociaciones juga- ron un papel importante en la creación de nuevos mu- seos, como el Museo Arqueológico Central de Galicia (1884), el Museo Provincial de Antigüedades de Barce- lona (1888) o el Museo Episcopal de Vic (1891). Junto a ellos, se creó por iniciativa de D. Antonio Cánovas del Castillo, por entonces Presidente del Gobierno, el Mu- seo Nacional de Reproducciones Artísticas (1877) a imitación de otros centros europeos parecidos, con fi- nes eminentemente didácticos, para enseñanza y dis- frute del arte. Dichas colecciones están conformadas por copias de obras famosas, logradas mediante la téc- nica del vaciado a partir de los propios originales.
A partir de 1875, la Ciencia prehistórica española entró en un periodo de cierta estabilidad, en lo que en terminología de Kühn llamaríamos «ciencia normal». Fue aceptada de forma definitiva en la Real Academia de la Historia con el ingreso de Vilanova como acadé- mico de número en 1889 [fig. 15] y se inició su enseñan- za en la Universidad en el año 1892 gracias a la conce- sión a Antón de la cátedra de Antropología, disciplina que, como hemos visto, incluía entre sus contenidos la Prehistoria. En la cátedra de Antón se formaron algu- nos que en la primera mitad del siglo XX hicieron im- portantes aportaciones a la Prehistoria, como Aranza- di y Hoyos. Previamente se había creado la cátedra de Prehistoria en la Escuela Libre de Medicina del doctor Velasco. Se pensaba poner en marcha en 1875 y su titu- lar iba a ser Tubino, pero desgraciadamente esta Es- cuela Libre tuvo poco éxito y no se llegaron a iniciar las clases en casi ninguna de las materias, y una de ellas fue Prehistoria.
Poco a poco los prehistoriadores de primera hora fueron desapareciendo, en algunos casos por el falleci-
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