Page 122 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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Por aquellos días Perico Serramadriles y yo tomamos la costumbre de ir a los baños. Acudíamos a la playa en tranvías rebosantes de gente fea y sudorosa, en las horas que mediaban entre la salida de la oficina a mediodía y el reinicio del trabajo por la tarde, y comíamos allí, bien bocadillos que comprábamos, bien ricas paellas en los barracones, aunque pronto tuvimos que prescindir de estas pues resultaban caras y la digestión se hacía pesada y nos daba un sopor incompatible con nuestras obligaciones.
La verdad sobre el caso Savolta
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