Page 120 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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Por esas fechas el ruedo de la falda, que se había despegado del empeine del zapato en 1916 para ir ascendiendo por la pantorrilla con la constancia de un caracol, llegaba a la rodilla; ahí había de quedar estacionado hasta la década de los sesenta.
Esta disminución de la longitud de la falda había producido un cierto pánico en la in- dustria textil, la espina dorsal de Cataluña. Los temores sin embargo resultaron infunda- dos: si ahora los vestidos requerían menos tela para su confección, el guardarropa femenino se había ampliado desmesuradamente de resultas de la creciente participación de la mujer en la vida pública, en el trabajo, en el deporte, etcétera. Todo en la moda había cambiado: los bolsos, los guantes, el calzado, los sombreros, las medias y el pei- nado. Las joyas se llevaban poco, los abanicos habían sido proscritos momentánea- mente.
La ciudad de los prodigios
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