Page 120 - Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado
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 44. SOTO PÉREZ, José Luis (OFM). Arabismo e Ilustración. Correspondencia de Fr. José’ A. Banqueri con Fr. Manuel del Cenáculo. Oviedo: Centro de Estudios del Siglo XViii, 1985.
fomentar su conocimiento. El Romanticismo a continuación trajo nuevos impulsos, a su modo, y el cientificismo del XiX acabó por asentar los estudios árabes en pers- pectivas no sólo aceptables, sino prestigiosas.
8 LA VALORACIÓN DE AL-ANDALUS, PARADIGMA DEL AFÁN Y DEL SABER ILUSTRADOS
Las cambios ocurridos en los ámbitos políticos, económicos, religiosos y culturales de la Ilustración trajeron mudanzas substanciales en relación con el Islam, con di- mensiones europeas, lo cual, claro está, ocurrió también en España, a nivel general y de modo específico en relación con al-Andalus, no sólo recuperando todo lo posible de su memoria, a partir de sus propias fuentes, sino reivindicando la brillante contri- bución cultural andalusí, fomentándose publicaciones y sobre todo nuevas visiones de lo arábigo peninsular, aceptado como lustre propio.
Nuevos intereses y replanteamientos conducen a nuevas actitudes y sensibi- lidades, y los arabistas españoles no se marginaron del arabismo europeo, aunque su tarea era mayor, pues debían limar las imágenes deslegitimadoras de al-Andalus, que se arrastraban desde lo medieval, abriendo un discurso integrador, cuyo cala- do y difusión social es difícil de medir en su extensión, pero que contó con el apoyo de la monarquía española y su gobierno, que empezaron por traer arabistas de Oriente Medio, sobre todo maronitas libaneses, a quienes encomendaron rea- lizaciones importantísimas, que aquí hemos repasado, y a quienes integraron en las entonces también surgidas instituciones fundamentales, como varias Reales Academias, bibliotecas, monetarios, colecciones y gabinetes de antigüedades, que también recogían la memoria escrita, documental y material andalusí, además de Centros docentes donde se implantó la enseñanza del árabe, como en los Reales Estudios de San Isidro (Madrid), reabiertos por Carlos III en 1770, con directrices ilustradas, manifiestas por ejemplo en su magnífica biblioteca, abierta al público desde 1785, y cuyas miras universales pueden calibrarse a través de sus fondos, repartidos en la actualidad entre la Real Academia de la Historia y la Universidad Complutense.
Claro está que hay niveles distintos en la consecución de los objetivos ilustra- dos, y que pueden captarse ciertas ambigüedades en sus proyectos y realizaciones. No olvidemos que la Inquisición mantenía aún férrea vigilancia de la ortodoxia reli- giosa, pero hubo en muchos de los ilustrados unas clarividencias y solidaridades que les reforzaban, no sólo entre los españoles, sino también entre éstos y los extranjeros, como resulta manifiesto, por poner un ejemplo, en cartas44 entre nuestro Banqueri y el obispo Cenáculo, el catalizador del arabismo ilustrado en Portugal, donde plasma- ban los típicos intereses ilustrados en torno a la lengua árabe, que, más allá de su trascendencia para la teología, consideraban útil para conocer sus respectivas historias
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