Page 7 - Actas Afrancesados y anglófilos
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Amor de Soria. La huella del pactismo en la Constitución de Cádiz.María Escribano GonzálezDesde los años sesenta y setenta, quizás porque se presentía la inminencia de un cambio político, empezó a despertarse en España un gran interés por nuestra historia contemporánea. Al abordarla, muchos historiadores advirtieron la importancia que para su comprensión en profundidad, reclamaba la historia de nuestro siglo XVIII, un gran desconocido hasta ese momento.A raíz de la aparición del libro de Jean Sarrailh en los años cincuenta, el primer estudio exhaustivo sobre el XVIII español, la cuestión que comenzó a plantearse era si había existido o no una Ilustración española. La cuestión era si el surgimiento de una de las primeras manifestaciones de modernidad en España, la Constitución de Cádiz, había sido fundamentalmente un alien introducido casi artificialmente por los llamados afrancesados, como había opinado Menéndez Pelayo, o si fue el final de un proceso que habría ido madurando a lo largo del siglo anterior. Así al libro de Sarrailh, que abundaba en la idea de una ilustración española epidérmica y debida sobre todo a la influencia de Francia, siguió el de Richard Herr, en el que se argumentaba que, pese a su innegable debilidad, la ilustración española si habría sido capaz de crear unas condiciones mínimas como para alumbrar al menos un clima propicio al cambio. En la misma dirección se situaron los estudios de Maravall, Domínguez Ortiz y Antonio Elorza. Este último sin embargo revelaría en su libro La ideología liberal en la ilustración española y tras un minucioso análisis documental, indicios inequívocos de la existencia de una mentalidad preliberal en el último tercio del siglo XVIII. Ya en los años ochenta se publicarían también las investigaciones de Ricardo García Cárcel y Ernest Lluch sobre la primera mitad del XVIII, las cuales parecen dejar definitivamente claro que, pese a la precariedad de la ilustración en España, en la que todos estarán de acuerdo, y pese a las peculiares características históricas de nuestro país, la implantación de los primeros indicios de liberalismo se deberían tanto a las nuevas ideas, como a la preexistencia de un clima crítico y de unas mínimas condiciones económicas, creadas por los gobiernos ilustrados, que facilitaron su recepción. Del mismo modo estos estudios mostrarían que la existencia de este clima, de este estado de opinión reformista puede irse viendo evolucionar y madurar a través de varias generaciones concatenadas de ilustrados. Así a los primeros novadores racionalistas, como Feijoo o Piquer, seguirían políticos abiertamente ilustrados como Aranda, Campomanes o Floridablanca, y a estos, eruditos como Jovellanos, Iriarte Martinez Marina, Melendez Valdés o Forner, para desembocar en la generación que llevaría a cabo la transición de la España ilustrada a la liberal, con nombres como Moratín, Hermosilla, Manuel José Quintana o el Abate Marchena.Lo que nos proponemos aquí para apoyar esta tesis de la existencia de una tradición política reformista, incluso en fechas muy tempranas del siglo XVIII, es glosar la figura del conde Juan Crisóstomo Amor Soria, un interesante pensador político de la primera mitad del siglo, perteneciente al bando perdedor de la Guerra de Sucesión, cuyas teorías apoyan de una manera inequívoca lo que estamos diciendo y cuyos manuscritos, depositados en la Academia de la Historia, tuvimos la oportunidad de conocer.1


































































































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