Page 57 - 100 años en femenino
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un principio, y paralelamente a los países anglosajones, es un número significativo de mujeres que inician la defensa de la idea de la igualdad femenina. Una minoría femenina, primero, y un respetable contingente entre las que se afiliaron a los par- tidos de izquierdas y los sindicatos en los años veinte y treinta.
Me refiero a mujeres como Dolors Monserdà (1845-1919), que formó parte del nacionalismo catalán; Teresa Claramunt (1862-1931), obrera textil y militante anarcosindicalista, o María de Echarri (1878-1955), concejala del Ayuntamiento de Madrid e inspectora de trabajo del Instituto de Reformas Sociales, quien, desde lo que se llamó «feminismo católico», lideró medidas de mejora laboral para las obreras tales como la llamada «Ley de la Silla» en 1912, por la que los patronos habían de proporcionar una silla a todas las mujeres que tra- bajaran en la industria o el comercio.9 Ciertamente, esta ley se basa aún en el concepto de sexo débil, pero constituye un paso importante hacia los derechos laborales de las mujeres. Venía a ampliar la ley de marzo de 1900, que había concedido a las obreras casadas tres meses de baja maternal, además de un tiempo breve para la lactancia en el puesto de trabajo que se consideraba un favor más que un derecho, de modo que en la inmensa mayoría de los casos las obligaba a abandonar el trabajo para criar a los hijos. Y es que en este periodo (hasta fines de la Primera Guerra Mundial) de conflicto laboral agudo, las mujeres acumulaban los puestos de una cottage industry prevalente en la que no tenían derecho alguno.
En su libro La condición social de la mujer en España (1919), Margarita Nelken, siguiendo los argumentos de John Stuart Mill y August Bebel, afirmaba que las mujeres eran aún escla- vas de la religión y del varón, y que sus expectativas eran las de ser pasivas en todo momento. Según Nelken, el propósito de las feministas en el contexto español era «examinar la con- dición general que la mujer, por ser mujer, por ser hembra, en una palabra, por su sexo diferencial, tiene hoy en España».10 Además, Nelken afirmaba en 1919 que la mayoría de las espa- ñolas eran «antifeministas». Geraldine Scanlon lo explica como resultado de las fuertes tensiones políticas y sociales del momento. Por su parte, la izquierda tacharía el movimiento de burgués e irrelevante para la mayoría de las españolas. El socialismo ofrecía una total emancipación tras la conquista de la sociedad socialista o anarquista. Por su parte, la derecha comprendió que la mejor manera de debilitar el movimiento feminista era precisamente apoderarse de él y explotarlo para
58—Aurora Morcillo Gómez Españolas: femenino/nismo plural (1900-1940)































































































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