Page 220 - 100 años en femenino
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Transformación de la sociedad Rosa Regàs
— Escritora
«Un país que ha vivido en dictadura necesita cien años para volver a la normalidad.»
Ryszard Kapuscinski
Aunque miremos hacia atrás con ira, como corresponde mirar a los tiempos de la dictadura aunque nos vayamos volviendo cada vez un poco más condescendientes con ella, tenemos que reconocer que las cosas han cambiado para las mujeres en este mundo que vivimos hoy, en nuestro país por lo menos. No todo han sido flores en el camino que hemos recorrido tantas muje- res desde entonces. Y no hablo de las de otras latitudes donde siguen en pie las profundas desigualdades, véase como ejem- plo lo ocurrido en Arabia Saudí, uno de los países más ricos del mundo, donde una serie de mujeres han sido denunciadas por atreverse a conducir solas su propio coche, o lo que ocu- rre a diario en otros infinitamente menos ricos y poderosos, que debemos imaginar o deducir por algún ejemplo que nos llega o del que hemos sido testigos en algún viaje, porque los medios apenas se ocupan de ello, como dando a entender que así son las cosas en otras latitudes distintas de la nuestra y que por tanto poco cuentan para los países ricos como nosotros, que, con crisis o sin ella, pertenecemos y nos jactamos de estar entre los económicamente más vigorosos del planeta. Como si no tuviéramos memoria y hubiéramos olvidado que hace solo unas décadas vivíamos sumergidos en un régimen que no nos concedía ni los derechos más elementales.
Yo comencé a ser consciente de que la situación en que nos encontrábamos las mujeres era distinta a la de los hombres, y siempre en desventaja con respecto a ellos, durante los omi- nosos años cincuenta y sesenta del siglo pasado, cuando está- bamos bajo la férula de una familia patriarcal y en las escuelas, al estar prohibida la coeducación, la separación entre chicos y chicas era total y radical. Entré en el internado de monjas dominicas cuando tenía seis años, pero antes había estado en l’École Freinet en Saint Paul de Vènce, en el sur de Francia, una escuela pública y laica cuyos métodos educativos se basa- ban en la libertad y la vida natural. Así que mi nueva situación en aquella sociedad mutilada del colegio religioso me chocó, pero no tanto porque así fuera como por la justificación que monjas y familias y sacerdotes, y sobre todo las señoritas de
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