Page 161 - 100 años en femenino
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Las anteriores generaciones han ido marcando el paso y alcanzando objetivos, uno tras otro; pero es como si hubieran abierto la puerta de una mansión oscura, en la que orientarse sin planos, y de la que se tuvieran que ir ocupando las habi- taciones, una por una y con resistencias agazapadas en las sombras. Nadie sabe nunca qué va a encontrar una vez que pase el siguiente umbral. Para deconstruir el patriarcado no hay libro de instrucciones. Y además, se sutura y reconstruye a sí mismo con gran efectividad. Responde a cada avance con una finta lateral que sitúa el asunto en un «plus ultra» antes no contemplado. En su núcleo duro no se ha entrado todavía.
Al estudiar la naturaleza del poder patriarcal sorprende su difusividad, pero también su resistencia. Comencemos por la primera. Es un tema de valor. Ser varón proporciona ciertas ventajas, no tantas como en el pasado, pero tampoco despre- ciables. Dado que todos y cada uno de los varones se creen con derecho a considerarse y entenderse mejores que todas las mujeres, de ello se desprende que se consideran también superiores a cada una de ellas. Empíricamente será complica- do, pero puede hacerse. Muchos quizá no lo lleven al extremo. Pero probablemente piensan que para que reconozcan a una, esta debe hacer demostraciones especiales de lo que fuere. Y si del más tonto al más listo todos piensan lo mismo –comparten el entendimiento agente, diríamos en términos averroístas–, la que a todos convenciera está por nacer porque es una impo- sibilidad lógica. Esta, la no nacida, para que se la aceptara, debería pasar y sobrepasar a todos y cada uno de los varones, individualmente y también como un todo, consiguiendo ade- más de ellos su perfecta anuencia, lo que bien claro se ve que es un imposible. Sería plantear el caso parejo a la inducción completa. Esa mujer no existe y no va a existir. ¿Entonces?
Entonces la igualdad de las mujeres se queda en una especie de galantería. Lo que explica que tan a menudo se nombren como «concesiones» lo que desde el campo de la vanguardia feminista se entiende como conquistas. «Se concedió el voto a las mujeres», por ejemplo, no dice lo mismo que «el feminismo conquistó el voto e hizo real el sufragio universal». La difusivi- dad del patriarcado hace de cada varón un defensor interesa- do y de muchas mujeres defensoras inerciales del statu quo. A cada victoria, dada la difusividad del patriarcado, se corres- ponde con una suturación y reorganización del territorio del poder. Ellas siguen ocupando los tramos inferiores y solo con- curren en los superiores como excepciones. Pero se provee
162—Amelia Valcárcel Cien años de igualdad