La Criatura viviente toma su título del primer capítulo del libro de John Dewey “Arte como experiencia” publicado en 1934. Un libro que, a pesar de que en su momento, fue recibido con diferentes entusiasmos, el tiempo y un enfoque renovado en su lectura lo han colocado en un lugar central dentro de las contribuciones teóricas a la educación artística y la conexión de la práctica artística con la vida diaria.
Para Dewey la autonomía de la experiencia artística se basa en la función social del arte, promoviendo un tipo de práctica que incrementa nuestra capacidad de acción y entendimiento de la agencia de las relaciones que establecemos con las condiciones de producción. La teoría de Dewey podría ser vista como un intento de trasladar la atención de la manifestación física de los procesos artísticos en el “objeto expresivo”, al proceso completo, un proceso cuyo elemento fundamental no es la “obra de arte” material sino el desarrollo de una “experiencia”.
Esta forma de entender la experiencia ha tenido mucha influencia en artistas como Allan Kaprow que llevaron las ideas de Dewey al contexto experimental de la interacción social y psicológica, donde los resultados son menos predecibles. De este modo, la formas naturales y sociales de experiencia dadas alimentan el marco intelectual, lingüístico, material, temporal habitual, performativo, ético, moral y estético en el que se produce el conocimiento. Esta idea de la producción de conocimiento conecta con uno de los últimos artículos publicados por Maria Puig de la Bellacasa
en el que afirma que la producción de conocimiento, que de manera libre asimilaríamos a la práctica artística, es una producción situada y por lo tanto no puede ser entendida sin la multitud de relaciones que la hacen posible.
La exposición incluye proyectos que exploran las conexiones entre arte, educación y el cotidiano a través de la práctica artística; pudiendo ser proyectos de investigación, procesos de producción o diferentes formas de entender la pedagogía y la transmisión de conocimiento y cómo el potencial colectivo y performativo de estos se convierte muchas veces en herramienta y sujeto de la producción artística contemporánea. Partiendo de este marco recoge proyectos que se centran en la conexión entre educación y práctica artística, la artesanía como un modo de relacionarse con el mundo, el cuerpo como sujeto de transmisión pero también, la relevancia de lo urbano y los procesos naturales que nos rodea como punto de partida para la producción artística como herramienta para generar un mejor entendimiento de la manera en la que vivimos.
Participan los artistas Anna Craycroft (USA), Esther Ferrer (ESP), Adelita Husni-Bey (IT), Allan Kaprow (USA), Teresa Lanceta (ESP), Nicolas Malevé (BE), Aimée Zito Lema (NL), con el comisariado de Soledad Gutiérrez.