En la obra de José Manuel Ballester hay tres elementos que son su leitmotiv: el tiempo, la luz y el espacio. A través de ellos muestra la frontera entre dos lenguajes aparentemente opuestos pero interrelacionados entre sí, como son la abstracción y la figuración.
La exposición muestra un conjunto de obras unidas por un sutil hilo conductor que procura dar una visión sintetizada de aquellas características más significativas que han distinguido el quehacer artístico de Ballester, y así comprobamos que el artista no se propone desarrollar un lenguaje fotográfico específico, sino utilizar el objetivo como testigo para justificar, registrar, matizar e interrogar la actualidad y el progreso. En una primera mirada podría decirse que el énfasis está puesto en su diversidad más que en una unidad formal o temática, pero a pesar de esta consideración, existen muchas conexiones de diferentes tipos que unen los trabajos expuestos, creando códigos que resuenan a lo largo de toda la exposición. Cada obra se convierte en una huella de la travesía elegida de entre las múltiples posibles.
La fotografía es un medio capaz de transformar inmediatamente el acto de ver en una imagen de lo que vemos, y en el arte contemporáneo, la fotografía se ha convertido en algo menos pragmático técnicamente y más creativo poéticamente. A través de la particular visión del artista, se nos ofrece una pluralidad de miradas que nos invitan a reflexionar sobre nuestra realidad, estimuladas por unas obras que remiten tanto a las huellas del pasado como a diversos aspectos culturales, sociales y económicos de nuestra actualidad.
Ballester posee una capacidad analítica y descriptiva que convierte en únicas las fotografías que produce y que nos inducen a entrar en un mundo propio que oscila entre la ficción y la realidad. Las obras seleccionadas proponen a su vez rehacer la experiencia de una cierta manera de ver, introduciendo al espectador cada vez en un nuevo universo que no es ni la realidad ni una ficción, sino la realidad de una visión. En algunos casos el fotógrafo se convierte en un escenógrafo, construyendo una realidad que hace dudar al espectador sobre si es realidad lo fotografiado o es ficción.
José Manuel documenta espacios desde uno o diversos ángulos, y a través de sus fotografías nos aproxima a la manera en que la memoria y el conocimiento influyen sobre el espacio y la apreciación que de él realiza el espectador. Sus imágenes, definidas por el motivo y no por el momento, se acercan mucho a la pintura.
La fotografía y la arquitectura son dos formas de expresión estética que buscan motivar la percepción de quienes las contemplan.Las obras seleccionadas para esta exposición demuestran que la arquitectura, como cualquier documento, basa su significado tanto en su autor como en sus traductores, en este caso el fotógrafo. Ballester busca el equilibrio entre las diferencias; entre lo conocido y lo desconocido, lo acotado y lo ilimitado, reflexionando siempre sobre la representación de lo real. A José Manuel Ballester le interesan los espacios de fricción entre la arquitectura y la ciudad, entre la pintura y la fotografía, entre lo «artificial» y lo «natural»; es ahí donde se generan muchos de sus trabajos fotográficos. Su obra es a menudo el reflejo de la complejidad de la experiencia urbana que se mueve entre la globalización y la individualidad. Sus imágenes captan la esencia de la ciudad, su espacio, su tiempo.
A lo largo de toda su trayectoria, José Manuel Ballester nos habla de algo que va más allá de las estructuras representadas en sus fotografías; habla de modernidad, de memoria, del pasado, del presente y del futuro. Su trabajo es metafórico, poético y visionario; sus imágenes son enigmáticas y bellas, abiertas e impenetrables.
El Ministerio de Educación, Cultural y Deporte concedióa José Manuel Ballester el Premio Nacional de Fotografía en 2010.