La obra, ambientada en escenarios costumbristas sevillanos, narra el drama de amor entre un torero y un bandolero enfrentados por los favores de la gitana Soleá. Compuesto al modo del “verismo italiano” y con grandes destellos musicales situados a la altura de un Mascagni o un Leoncavallo, la obra desarrolla escenas como la persecución del bandolero por la sierra o la trágica cogida del torero en la plaza de la Maestranza, que evocan los tópicos españolistas y andaluces del género.
Sin embargo, la producción del Teatro de La Zarzuela, con dirección de escena de José Carlos Plaza y coreografía de la sevillana Cristina Hoyos, descarta toda posibilidad de folclorismo y desarrolla la historia en unos términos cercanos al de una “tragedia griega”, según Plaza, para quien Soleá dirime su destino dividida entre los polos de atracción de sus pretendientes. "Su corazón no puede soportarlo más (...). Ella muere por una lucha interior", ha reconocido Plaza. El montaje expresa esa tensión a través de la iluminación y una escenografía “minimalista”, según Plaza, pero rebosante de pasión. El director de escena explica que el montaje rinde homenaje a la fiesta de los toros diseccionando “crueldad, fuerza y muerte”, en el contexto del “enfrentamiento ancestral del hombre con su destino”.