En este primer solo project de Andrés Jaque / Office for Political Innovation en L.A., el arquitecto prepara una muestra con una serie de casos de estudio basados en la ciudad de Los Ángeles, en donde problematiza, precisamente, la importancia de estas arquitecturas como lugares de sociabilización y comunidad, alejándose del estereotipo que las caracteriza: espacios desconectados, símbolos de la más completa individualidad y estado de confort. Para Andrés Jaque, es en estos espacios interiores donde se toman decisiones y se discute de forma sencilla, la heterogeneidad a la que la ciudad jardín subyace, decidiendo los cambios y estableciendo los conflictos y las negociaciones propias de los espacios domésticos. Arquitecturas casi invisibles que se configuran escondidas entre palapas y setos empinados, concebidas a partir de los ritmos corporales y sus coreografías diarias. En ese sentido, Andrés Jaque entiende su práctica de forma muy similar al arte del performance que, desde los setentas, se ha concentrado en la corporalidad como el contexto principal de la acción y la relación del cuerpo con su entorno. Una arquitectura dinámica y en continua tensión que prioriza su cualidad performática para acoplarse a las transformaciones y conflictos diarios.
En la instalación del arquitecto, el cuerpo está presente en su ausencia y la cualidad perfomática es retomada simbólicamente por el agua, uno de los actores principales en los usos domésticos que muchos habitantes californianos establecen en la creación de sus jardines. No en vano, la exposición toma el nombre de un célebre dibujo del artista David Hockney, “Different kind of Watters Pouring into a Swimming Pool, Santa Monica”, 1965, realizado durante sus primeros años en LA. Fascinado por el uso que los Angelinos hacían del agua para amenizar y convertir en espacio sociales sus jardines privados, la pintura muestra una serie de sencillos tubos derramando agua en una piscina que nunca llega a vislumbrarse. A pesar de que la cualidad matérica del agua es inaprensible, en su representación alcanza una dimensión cuasi arquitectónica, sin perder por ello su aspecto efímero y dinámico: cada cascada se transforma en un exclusivo retrato para terminar en una situación común. Metáfora tal vez de las historias cotidianas que los grandes relatos del urbanismo han dejado fuera, pero que son sin duda los lugares donde se reconocen ciertas formas de ciudadanía y de interacción, imprescindibles para los procesos arquitectónicos.