La muestra reúne 90 pinturas y dibujos representativos de todos los periodos creativos del Joan Hernández Pijuan (1931-2005), procedentes de la Fundación Altana y de los herederos del artista.
Hernández Pijuan creó un mundo pictórico muy particular, ateniéndose rigurosamente al imperativo de la simplicidad. Para lograr esa «sencillez», el autor se sumergió en un acto meditativo en el que se autoimpuso el principio de reducción porque como él mismo confesó «siempre intento pintar como si no supiera absolutamente nada sobre pintura, como si cada cuadro fuera el primero».
En su paleta predominan los colores de la naturaleza: ocres terrosos, verdes jugosos, amarillos radiantes, marrones rojizos y negros. Sus trabajos poseen un carácter inconfundible y brillan con una expresividad superlativa.
Durante toda su vida, Hernández Pijuan evitó someterse a cualquier doctrina artística. Aunque sus cuadros exhiben un alto grado de abstracción, siempre se negó a que le pusieran la etiqueta de pintor abstracto porque, según dice: "Yo siempre parto de la realidad".