Junto con la Bienal de Shanghai, la Trienal de Guangzhou es la exposición internacional más importante de China, donde el arte contemporáneo, que deriva de circunstancias históricas muy inusuales, tanto nacionales como internacionales, está en plena expansión.
Tomando los conceptos de "demolición" y "construcción" como palabras clave, la Trienal se plantea una serie de "preguntas básicas" de la lógica cultural que estarían detrás de la transformación de lo tradicional a lo contemporáneo. Frente a la construcción lógica de la realidad empleada en el tradicional lenguaje filosófico, el arte contemporáneo hace hincapié en su construcción crítica. El arte contemporáneo revela la lucha entre cultura y poder. Por esta razón, la propuesta tiene como objetivo reflexionar sobre las expresiones artísticas que han ocurrido, están ocurriendo y seguirán ocurriendo, así como las relaciones que mantienen con las últimas tendencias de la historia, la filosofía, la sociedad, la cultura, la tradición, la contemporaneidad, la religión, la tecnología, la naturaleza, la ecología y muchos otros conceptos inmersos en el discurso global de la modernidad.
El trabajo presentado por Ignasi Aballí sigue esta línea de investigación y su intención es condensar un instante que abarque lo que fue y lo que será el museo, las pinturas que acogió, las que custodia hoy y todas las que vendrán. Su aproximación recoge su interés por el lenguaje conceptual y objetivo característico en su trabajo.
La instalación se compone de 8 vitrinas de color rojo, verde, violeta, blanco, amarillo, naranja, negro y azul; en el centro hay una novena vitrina de lo que, en apariencia, es un pigmento gris. El giro propuesto por el artista es sustituir el pigmento gris por polvo, sustancia de idéntico color, con toda la carga narrativa y poética que éste contiene. Y es que el polvo no es sino la metáfora perfecta de lo caduco, de algo que pasó a mejor vida pues remite necesariamente a la ceniza y a la muerte.