El Farruco (Antonio Montoya Flores) y su hijo Juan Antonio Montoya Manzano “Farruquito”, 1967
David George, USA, 1938 – 2003
Cedida por Flamenco Project
El Farruco (Antonio Montoya Flores) y su hijo Juan Antonio Montoya Manzano “Farruquito”, 1967
David George, USA, 1938 – 2003
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Manolito el de María, cantaor. Alcalá de Guadaíra, 1963
David George, USA, 1938 – 2003
Cedida por Flamenco Project
Durante muchos siglos el flamenco fue considerado una expresión marginal, y no es sino hasta bien entrado el siglo XIX cuando comienza a haber un primer acercamiento a través de músicos, literatos, viajeros románticos e investigadores, que se interesan por esta manifestación cultural. De ese primer contacto nace la preocupación por encontrar el origen del flamenco, que llega hasta nuestros días.
Tal vez sea el flamenco el resultado de una suma de culturas musicales que se desarrollaron en Andalucía durante siglos y que se transmitieron de generación en generación, ya que en esta música se pueden hallar huellas de pueblos que pasaron por Andalucía. Pero hay algo claro: la contribución gitana en la génesis y en el desarrollo de este arte y su transmisión oral por las familias gitanas ha sido fundamental y decisiva. El flamenco hoy en día es un fenómeno musical que, pese a sus raíces populares, ha sobrevivido a los tiempos y a las modas, y ha trascendido fronteras y nacionalidades. Es un arte vivo que se ha nutrido de todo tipo de influencias sin perder su personalidad, siendo, por fin, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“... los primeros grandes forjadores del flamenco nacieron en la misma limitada región gaditano-sevillana donde surgieron las muestras iniciales del arte gitano-andaluz. Podemos establecer a este respecto tres núcleos nativos básicos: Jerez, Triana y Cádiz; en torno a ellos giran los restantes y esenciales focos creadores del flamenco: Alcalá, Utrera, Lebrija, Morón, Los Puertos y Arcos, situados, con ligeras desviaciones, en el camino real que unía Cádiz con Sevilla“
“Todos los cantaores de fines del siglo XVIII y de buena parte del XIX que forman el censo fundacional del flamenco, son oriundos, sin excepción, de alguna de las ciudades citadas, y todos ellos, también sin excepción, eran de raza gitana”.
José Manuel Caballero Bonald,
Luces y sombras del flamenco, 1975.
For many centuries Flamenco was viewed as a marginal form of expression, and it was not until well into the 19th century that musicians, writers, Romantic travellers and researchers began to explore the genre, and take an interest in this cultural phenomenon. This initial contact prompted a desire to establish the origins of Flamenco which endures to this day.
Flamenco may well be the outcome of an amalgam of musical cultures which developed in Andalusia over the centuries and were handed down from generation to generation, as the music contains traces of all the peoples who have passed through Andalusia. One thing, though, is clear: the contribution of the Romani to the genesis and development of the art form and its oral transmission by Romani families has been fundamental and decisive. Flamenco is today a musical phenomenon which, despite its popular roots, has survived changing times and fashions, and transcended borders and nationalities. It is a living art which has drawn on all manner of influences without losing its personality, ultimately being recognised by UNESCO as Intangible Cultural Heritage of Humanity.
“...the first great founders of Flamenco were born within the confines of the Cadiz/Seville region where the early signs of Andalusian Romani art emerged. One can in this regard establish three essential native nodes: Jerez, Triana and Cadiz, with the other essential focal points in the creation of Flamenco as satellites around them, Alcalá, Utrera, Lebrija, Morón, Los Puertos and Arcos, positioned with only slight deviations on the royal road linking Cadiz to Seville.”
“All the singers of the late 18th century and much of the 19th, who comprise the founding fathers of Flamenco, were without exception born in one of the above towns, and all of them were, without exception, of the Romani race.”
José Manuel Caballero Bonald,
Luces y sombras del flamenco, 1975.
Durante muchos siglos el flamenco fue considerado una expresión marginal, y no es sino hasta bien entrado el siglo XIX cuando comienza a haber un primer acercamiento a través de músicos, literatos, viajeros románticos e investigadores, que se interesan por esta manifestación cultural. De ese primer contacto nace la preocupación por encontrar el origen del flamenco, que llega hasta nuestros días.
Tal vez sea el flamenco el resultado de una suma de culturas musicales que se desarrollaron en Andalucía durante siglos y que se transmitieron de generación en generación, ya que en esta música se pueden hallar huellas de pueblos que pasaron por Andalucía. Pero hay algo claro: la contribución gitana en la génesis y en el desarrollo de este arte y su transmisión oral por las familias gitanas ha sido fundamental y decisiva. El flamenco hoy en día es un fenómeno musical que, pese a sus raíces populares, ha sobrevivido a los tiempos y a las modas, y ha trascendido fronteras y nacionalidades. Es un arte vivo que se ha nutrido de todo tipo de influencias sin perder su personalidad, siendo, por fin, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“... los primeros grandes forjadores del flamenco nacieron en la misma limitada región gaditano-sevillana donde surgieron las muestras iniciales del arte gitano-andaluz. Podemos establecer a este respecto tres núcleos nativos básicos: Jerez, Triana y Cádiz; en torno a ellos giran los restantes y esenciales focos creadores del flamenco: Alcalá, Utrera, Lebrija, Morón, Los Puertos y Arcos, situados, con ligeras desviaciones, en el camino real que unía Cádiz con Sevilla“
“Todos los cantaores de fines del siglo XVIII y de buena parte del XIX que forman el censo fundacional del flamenco, son oriundos, sin excepción, de alguna de las ciudades citadas, y todos ellos, también sin excepción, eran de raza gitana”.
José Manuel Caballero Bonald,
Luces y sombras del flamenco, 1975.
For many centuries Flamenco was viewed as a marginal form of expression, and it was not until well into the 19th century that musicians, writers, Romantic travellers and researchers began to explore the genre, and take an interest in this cultural phenomenon. This initial contact prompted a desire to establish the origins of Flamenco which endures to this day.
Flamenco may well be the outcome of an amalgam of musical cultures which developed in Andalusia over the centuries and were handed down from generation to generation, as the music contains traces of all the peoples who have passed through Andalusia. One thing, though, is clear: the contribution of the Romani to the genesis and development of the art form and its oral transmission by Romani families has been fundamental and decisive. Flamenco is today a musical phenomenon which, despite its popular roots, has survived changing times and fashions, and transcended borders and nationalities. It is a living art which has drawn on all manner of influences without losing its personality, ultimately being recognised by UNESCO as Intangible Cultural Heritage of Humanity.
“...the first great founders of Flamenco were born within the confines of the Cadiz/Seville region where the early signs of Andalusian Romani art emerged. One can in this regard establish three essential native nodes: Jerez, Triana and Cadiz, with the other essential focal points in the creation of Flamenco as satellites around them, Alcalá, Utrera, Lebrija, Morón, Los Puertos and Arcos, positioned with only slight deviations on the royal road linking Cadiz to Seville.”
“All the singers of the late 18th century and much of the 19th, who comprise the founding fathers of Flamenco, were without exception born in one of the above towns, and all of them were, without exception, of the Romani race.”
José Manuel Caballero Bonald,
Luces y sombras del flamenco, 1975.
