En muchos países europeos, el equivalente a la palabra gitano es hoy ofensiva para los descendientes de aquellos venidos viajeros orientales. Pero no en España. Etimológicamente, la palabra “gitano” proviene del supuesto origen egipcio (“egiptano”) que se les atribuyó tiempo atrás. En 1425, el rey Alfonso V de Aragón concede en Zaragoza un salvoconducto de paso a un grupo de personas capitaneadas por un referido “Don Juan de Egipto Menor”, exigiendo que sea “bien tratado y acogido”. Ciertamente, cuando llegan a nuestro país aseguran estar peregrinando al sepulcro del apóstol Santiago y a algunos otros santuarios cristianos, citando en concreto el de la Virgen Negra de Guadalupe. Ser peregrino –es decir, hacerse pasar por ello- podía ofrecer una garantía de seguridad, y los ropajes y las presencias exóticas ayudaban a establecer la fascinación.
La conquista cristiana del reino nazarí de Granada significaría el comienzo de una política uniformadora encaminada a reducir las variables de caos en el territorio hispánico. En este contexto, los Reyes Católicos firman en Madrid en el año 1499 una pragmática dirigida a los gitanos: el comienzo de una encarnizada persecución. Los gitanos quedaban tipificados como vagabundos. Carlos V la modificará y fomentará su condena a galeras. La necesidad de galeotes creció en el siglo XVI con la batalla de Lepanto y en el XVII los levantamientos de Portugal y Cataluña. No obstante, el vacío demográfico producido por la expulsión de judíos y moriscos determinó que se rechazara el destierro de los gitanos. Sin embargo, en 1749 se realizó la llamada Gran Redada. Deberían ser encarcelados todos los gitanos sin excepción. Con el tiempo, recuperada una relativa libertad de elección domiciliaria y laboral, la historia de los gitanos entraba en una etapa que algún estudioso ha denominado de igualdad legal, aunque continuara la desigualdad de hecho.
In many European countries the words typically used to refer to the Romani, such as 'Gypsy' in English, are today viewed as offensive by the descendants of these travellers from the East. This is not, however, the case in Spain. Etymologically, the Spanish word “gitano” is derived from the presumed Egyptian origin (“egiptano”) attributed to the Romani in past eras. In 1425 King Alfonso V of Aragon granted safe passage in Zaragoza to a group headed by a figure known as “Don Juan of Egypt Minor”, commanding that they be “well treated and welcomed”. In fact when they arrived in Spain they stated that they were on pilgrimage to the sepulchre of St James the Apostle and a number of other Christian shrines, mentioning in particular the Black Virgin of Guadalupe. Their status as pilgrims, or at least their appearance as such, offered them the guarantee of safety, while their exotic presence and garb helped create a sense of fascination.
The Christian conquest of the Moorish Nazari Kingdom of Granada marked the start of a policy of uniformity intended to confine the chaotic variables found within Spanish territory. It was against this background that the Catholic Monarchs signed in Madrid in 1499 an edict regarding the Romani: the start of a vicious persecution. The Romani were depicted as vagabonds. Carlos V modified the law and condemned an increasing number of Romani to the galleys, while the need for galley oarsmen increased in the 16th century with the battle of Lepanto, and the uprisings in Portugal and Catalonia in the 17th century. Nonetheless, the demographic shortfall caused by the expulsion of the Jews and Moriscos meant that the Romani were not driven into exile. In 1749, however, the Gran Redada, or “Great Raid”, took place: all Romani were to be imprisoned, without exception. Over time, having to an extent re-gained their freedom of residence and employment, the history of the Romani entered a phase which certain academics refer to as equality in law, although inequality in fact remained.
En muchos países europeos, el equivalente a la palabra gitano es hoy ofensiva para los descendientes de aquellos venidos viajeros orientales. Pero no en España. Etimológicamente, la palabra “gitano” proviene del supuesto origen egipcio (“egiptano”) que se les atribuyó tiempo atrás. En 1425, el rey Alfonso V de Aragón concede en Zaragoza un salvoconducto de paso a un grupo de personas capitaneadas por un referido “Don Juan de Egipto Menor”, exigiendo que sea “bien tratado y acogido”. Ciertamente, cuando llegan a nuestro país aseguran estar peregrinando al sepulcro del apóstol Santiago y a algunos otros santuarios cristianos, citando en concreto el de la Virgen Negra de Guadalupe. Ser peregrino –es decir, hacerse pasar por ello- podía ofrecer una garantía de seguridad, y los ropajes y las presencias exóticas ayudaban a establecer la fascinación.
La conquista cristiana del reino nazarí de Granada significaría el comienzo de una política uniformadora encaminada a reducir las variables de caos en el territorio hispánico. En este contexto, los Reyes Católicos firman en Madrid en el año 1499 una pragmática dirigida a los gitanos: el comienzo de una encarnizada persecución. Los gitanos quedaban tipificados como vagabundos. Carlos V la modificará y fomentará su condena a galeras. La necesidad de galeotes creció en el siglo XVI con la batalla de Lepanto y en el XVII los levantamientos de Portugal y Cataluña. No obstante, el vacío demográfico producido por la expulsión de judíos y moriscos determinó que se rechazara el destierro de los gitanos. Sin embargo, en 1749 se realizó la llamada Gran Redada. Deberían ser encarcelados todos los gitanos sin excepción. Con el tiempo, recuperada una relativa libertad de elección domiciliaria y laboral, la historia de los gitanos entraba en una etapa que algún estudioso ha denominado de igualdad legal, aunque continuara la desigualdad de hecho.
In many European countries the words typically used to refer to the Romani, such as 'Gypsy' in English, are today viewed as offensive by the descendants of these travellers from the East. This is not, however, the case in Spain. Etymologically, the Spanish word “gitano” is derived from the presumed Egyptian origin (“egiptano”) attributed to the Romani in past eras. In 1425 King Alfonso V of Aragon granted safe passage in Zaragoza to a group headed by a figure known as “Don Juan of Egypt Minor”, commanding that they be “well treated and welcomed”. In fact when they arrived in Spain they stated that they were on pilgrimage to the sepulchre of St James the Apostle and a number of other Christian shrines, mentioning in particular the Black Virgin of Guadalupe. Their status as pilgrims, or at least their appearance as such, offered them the guarantee of safety, while their exotic presence and garb helped create a sense of fascination.
The Christian conquest of the Moorish Nazari Kingdom of Granada marked the start of a policy of uniformity intended to confine the chaotic variables found within Spanish territory. It was against this background that the Catholic Monarchs signed in Madrid in 1499 an edict regarding the Romani: the start of a vicious persecution. The Romani were depicted as vagabonds. Carlos V modified the law and condemned an increasing number of Romani to the galleys, while the need for galley oarsmen increased in the 16th century with the battle of Lepanto, and the uprisings in Portugal and Catalonia in the 17th century. Nonetheless, the demographic shortfall caused by the expulsion of the Jews and Moriscos meant that the Romani were not driven into exile. In 1749, however, the Gran Redada, or “Great Raid”, took place: all Romani were to be imprisoned, without exception. Over time, having to an extent re-gained their freedom of residence and employment, the history of the Romani entered a phase which certain academics refer to as equality in law, although inequality in fact remained.