Page 87 - El rostro de las letras
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    70 EL IMPERIO DE LA FOTOGRAFÍA
dos por la definitiva decadencia de la aristocracia, el ascenso de la burguesía, la revolución industrial y el incipiente desarrollo de las sociedades obreras. Pero Disdéri y otros apóstoles de la fotografía, a la vez que conseguían la divulgación de los retratos en cantidades millonarias, también reducían su calidad. Los mejores retratos del siglo se deben a los maestros formados antes de la invención de
la carte-de-visite, como E. Carjat y Félix Tournachon, conocido
en el siglo como Nadar. Ambos introdujeron un modo nuevo de operar en el estudio, siempre con luz cenital, eliminaron fondos
y ornamentos superfluos y permitieron a sus modelos posar con entera relajación, logrando alcanzar así una sencillez y naturalidad no conseguida hasta entonces en las galerías de moda. Pero lo que distingue el trabajo de Nadar y E. Carjat, especialmente del prime- ro, es su decidido propósito de crear un exhaustivo y sistemático catálogo de efigies de personajes ilustres, tal como había soñado Lacan en sus más lúcidas premoniciones. La historia de la litera- tura y por supuesto la de la fotografía, no podría entenderse sin la admirable Galería de Celebridades realizada por Nadar entre 1854 y 1870, en la que encontramos imágenes espléndidas de Gérard
de Nerval (1854), Baudelaire (1855), George Sand (1864) y Victor Hugo (1884), que sólo admiten comparación con las de Carjat y las de su propio hijo Paul, que heredó la firma en 1884. De Proust, el escritor de su generación más atento a la fotografía, el que mejor supo valorar su influencia en la construcción de una nueva cultura visual, nos ha dejado Paul Nadar decenas de retratos que hoy se conservan en los archivos públicos de Francia y que muestran hasta qué punto existió, no sólo una notable proximidad personal, sino una complicidad intelectual con el escritor, sin la que difícilmente entenderíamos la calidad y la profundidad de sus retratos.
La misma cercanía personal y profesional se detecta entre los pintores, escritores, actores y fotógrafos españoles de la primera época. Hay decenas de imágenes que lo certifican, la mayoría registradas en la intimidad de los estudios de Ángel Alonso Martínez, José Martínez Sánchez, los hermanos Albiñana y Martínez Hébert, que se retrataron en actitudes de franca camaradería con pintores como Benito Murillo, Carlos Haes, Raimundo Madrazo y Carlos Luis de Rivera. La mayoría han podido conservarse gracias a la feliz previsión de personas como Martínez Sánchez y el pintor Manuel Castellano, de los que ya sabe- mos que, entre 1850 y 1875, llegaron a reunir una colección de más
ANDRÉ GILL. Litografía coloreada publicada en Les hommes d’audjourd’hui, 1 de noviem- bre de 1878 (Library of Congress Prints and Photographs Division Washington, D.C.)
El pintor Manuel Castellano (4), con el fotó- grafo J. Sánchez (2), Alexandre (1) y José Laserna (3). Hacia 1855 (Biblioteca Nacional de España)
  

























































































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