Page 68 - El rostro de las letras
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TERTULIAS Y CAFÉS
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la calle de Alcalá, el Café Nuevo, frecuentado por G. Borrow en sus días de apostolado evangélico por la España de la desamortización. Richard Ford se refirió al gran número de cafés abiertos en Madrid –unos cien, según Modesto Lafuente–, sobre todo en la Puerta del Sol y la calle de Alcalá. Y no sólo tuvieron fama los cafés madrileños. Alexandre de Laborde se refiere a los que encontró en Zaragoza, Valencia, Cádiz y Málaga. Y según datos de Madoz, en Barcelona existían en 1846 nada menos que sesenta y cinco, entre ellos el de las Siete Puertas, en los porches de Xifré, el Café de las Delicias, en las Ramblas, que luego se hizo célebre como Lyon d´Or, el café Cuyás, el Gran Café del Comercio, el Teatro del Liceo, el Gran Café del Tea- tro Circo Ecuestre en la Plaza de Cataluña y el inevitable café Suizo, en un rincón de la Plaza Real, en el que era fijo un Pompeu Gener ya devaluado, definitivamente convertido en Peius. Enfrente del café Suizo, en la misma plaza, se encontraba el café Español, esquina a la calle del Tres Llits, en el que en los años que siguieron a la Revolu- ción de 1868 se reunía la plana mayor de los escritores “floralistas” y “catalanistas”. En el café Español comenzó a amigarse Narcis Oller con los redactores de La Renaixença y Lo Gay Saber, en 1875, cuando aún escribía en castellano; y allí, sus grandes amigos Ixart y Sardá comenzaron a empujarle hacia el catalán y hacia los veladores del café Pelayo, donde acabó aposentándose la colla renaixentista del Español.
Si bien es cierto que muchos de aquellos cafés acabaron convertidos en logias revolucionarias, andando el tiempo las aguas volverían a los cauces de antaño, como correspondía a la nueva sociedad bur- guesa que iniciaba una tímida pero imparable ascensión. Durante los años isabelinos vivía aún España anclada en una suerte de esquizo- frenia, a medio camino entre las formas de vida del antiguo régimen y un emergente capitalismo, que paulatinamente fue restando papel a la vieja y apergaminada aristocracia en favor de la ascendente burguesía del dinero, convertida en la verdadera dueña del poder político y económico tras la revolución de 1868. Aunque los hombres de la revolución hicieron poco por consolidar el nacionalismo aflo- rado en los días áureos del romanticismo, en Galicia y Cataluña se fue sedimentando una cultura nacional basada en la estimable labor editorial y política de personalidades tan importantes como Durán
i Bas y Mañé i Flaquer en Cataluña y Rosalía de Castro, Manuel Murguía, Curros Enríquez y Eduardo Pondal, en Galicia, mientras en
Página anterior: El desaparecido café Oriental, en la esquina entre la Puerta del Sol y la calle Preciados. Madrid, hacia 1880 (Archivo Ruiz Vernacci. LAURENT Fototeca del Instituto del Patrimonio Cultural de España, MECD)
Frederic BALLELL. Vista de la Plaza de Cata- luña. De izquierda a derecha, el Panorama Waterloo, la Casa Gisbert, La Pajarera y, en el ángulo inferior, a la derecha, el Circo Ecuestre. La Pajarera, al fondo de la imagen, fue uno
de los cafés más populares de la Barcelona de entresiglos. Hacia 1890 (Arxiu Fotogràfic de Barcelona)



























































































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