Page 400 - El rostro de las letras
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texto edificante: “Uno de los centros de corrupción política en Espa- ña durante la República era el café, donde ociosos que se llamaban
a sí mismos intelectuales se reunían junto a figuras extravagantes, aunque ilustres, de las letras y las artes. En esta tertulias se incubó el Frente Popular”.
Consecuentemente, las recordadas tertulias literarias comenza- ron a existir sólo en el recuerdo, más cercanas ahora a la realidad mezquina que describió Cela en La Colmena, que a los viejos concilios de los que había hecho su epitafio Emilio Carrere, que trataba de mantener la tertulia del Varela, mientras Gómez de
la Serna observaba impotente, desde su lejana atalaya de Bue-
nos Aires, cómo se iba vaciando para siempre la antigua cripta de Pombo. Sólo sobrevivían entonces en la capital, el café Recoletos, al que acudía González Ruano y algunos de su cuerda; el café Lyon, a un paso de Cibeles, donde se reunían los antiguos miembros de La Ballena Alegre; y el Lyon d’Or de la calle de Alcalá, paredaño al tea- tro Alcázar, en el que hacían tertulia Camón Aznar, José María de Cossío, Edgar Neville, el diestro Domingo Ortega y Eugenio d’Ors. Benavente, que decidió ignorar el diario vituperio de los necios, debió mudarse desde el Gato Negro hasta el café Marfil, mientras Carrere se asentaba en el Varela y Jardiel Poncela exhibía su talen- to en el café Castilla, de la calle Infantas. Y parecido era el ambiente tertuliano de Barcelona, cuyos declinantes cafés de la posguerra los recordaba Josep Pla, repletos de una élite de políticos, funcionarios y mantenidas. Poco más daba de sí el ambiente tertuliano en aque- lla España humillada y maltrecha.
Muchos de los escritores que habían quedado en España decidie- ron atrincherarse en sus casas, como los hermanos Baroja, Azorín, Vicente Aleixandre y el director de la Academia Española, Ramón Menéndez Pidal, que no recuperó su cátedra ni su cargo de director hasta su definitiva rehabilitación, en 1947. “Yo me retiro –afirmó entonces don Pío–; y no porque tenga afición a la soledad, sino porque no encuentro una vida social aceptable”. Palabras que vino a suscribir su hermano Ricardo en una carta dirigida a Fernando Labrada: “La ruina de mi casa y la pérdida de todo lo que poseía en ella, más me invitan a permanecer en este rincón del mundo que
a contemplar de cerca el destrozo sufrido. Además, tanto amigo desaparecido, unos en la emigración, otros muertos; el espectácu-
Cuando Pío Baroja regresó a España decidió retirarse de la vida pública. Sólo se le podía ver en sus diarios paseos por el parque del Retiro o en alguna librería de lance. Esta fotografía fue tomada por SANTOS YUBERO en octubre de 1941. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Fondo Fotográfico Santos Yubero)
ENTRE DOS DICTADURAS
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 Página anterior: Página del libro Historire de la Rèvolution Nationale Espagnole, editada por los servicios de propaganda franquistas el llamado Día de la Victoria, el 1 de abril de 1939 (Archivo Monasor)
























































































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