Page 274 - El rostro de las letras
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LA MÁSCARA DE LAS LETRAS
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mayúsculas, un yo avasallador. En aquel empeño fue la fotografía instrumento decisivo, más eficaz que la pintura o la escultura. Y lo admirable es que la extrema complacencia con la que ofrecían sus retratos a la prensa, supieron mostrarla a los demás como un acto de humildad. “Me pide usted un retrato mío –escribía Unamuno a un periodista, en 1902– y ante tal pedido surge un pequeño conflicto en mi conciencia [...]. Hoy que se prodiga tanto la estampación pública de retratos, es un verdadero acto de humildad el dejar que se dé a estampa pública el propio y peculiar retrato” 61.
En la creación de su propio icono, Blasco y Unamuno se bastaron solos. De hecho, se les recordará tanto por su imagen como por sus libros. Lo mismo posaba ante los forillos de los retratistas de estu- dio, que se exponían ante las cámaras de los reporteros. Nunca fue tan fotografiado Unamuno como cuando el general Primo de Rive- ra acrecentó su popularidad expulsándole de España. En el exilio le retrataron los fotógrafos de Canarias, los de París, Hendaya y
los amigos que, como Azorín y Vázquez Díaz, acudieron a visitarle. Igual ocurrió con Blasco Ibáñez, cuya residencia de Mentón ocupó cientos de páginas de las publicaciones ilustradas. Las amplias estancias y el “pabellón de los novelistas” de la Fontana Rosa en los que el escritor recibía a sus amigos, se hicieron familiares gracias
a los reportajes que publicó Campúa en los semanarios de Prensa Gráfica. Y cuando el barco del escritor arribó al puerto de Buenos Aires, en 1909, ya estaban esperándole media docena de reporteros con sus cámaras de gran formato (página 207). Y los fotógrafos
no le abandonaron en su largo periplo por Paraguay, Bolivia, la Patagonia y México, donde le inmortalizaron al lado del mismísimo presidente Venustiano Carranza.
Igual que la iconografía de Unamuno fue cimentándose sobre las fotografías de Gombáu y Ansede, la de Blasco Ibáñez se modeló principalmente sobre las realizadas por Julio Derrey, Gómez Durán, Vicente Barberá Masip y Gómez Novella. En noviembre de 1898, De- rrey consiguió retratarle “en rigurosa exclusiva” para Nuevo Mundo, en su celda de la cárcel valenciana de San Gregorio, donde entonces estaba confinado. A la familiaridad de los fotógrafos valencianos debemos la imagen que nos ha quedado del escritor, de hombre de peso, de rotunda presencia y aires de persona “importante, impo- nente, cuyo nombre volaba de un continente a otro”, que fascinó a
  Arriba, uno de los primeros retratos de Vicente Blasco Ibáñez, tomado por un fotógrafo desconocido hacia 1885. En la imagen inferior, el escritor retratado en su celda por Jules DERREY, durante su cautiverio en la cárcel valenciana de San Gregorio. 1895 (Colección Javier Aura)
61 Unamuno, Miguel de, “Autorretrato”, 30 de septiembre de 1902. Revista Ibérica.

























































































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