Page 116 - El rostro de las letras
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RETRATOS PARA TODOS
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(1846), decididamente retaco, como desinteresado de la lectura y del grupo privilegiado de poetas que pueblan la escena. El cuadro de Esquivel anuncia ya las imágenes fotográficas del escritor, sobre todo las que de él tomó Eusebio Juliá en 1874, que es sin duda la mejor. En ella reconocemos la descripción que del poeta nos han dejado sus contemporáneos, la mirada acogedora, el elegante lazo subrayando el gesto bondadoso de persona enemiga de pendencias. Fotografías posteriores nos lo muestran con la barba en retirada, que al final se convirtió en unas patillas apenas dibujadas en su rostro arrasado, que anunciaba ya al hombre ensimismado, que en los días postreros de su vida se había recluido en su casa a esperar la llegada cierta de la muerte.
Las plurales ocupaciones de Juan Valera (Cabra, 1824-Madrid, 1905), le convirtieron en objetivo prioritario de los fotógrafos, desde que le retrataron Laurent y Ken en las postrimerías isabe- linas, hasta los reportajes realizados por Franzen en sus ámbitos privados, cuando era ya septuagenario. En los retratos de Laurent encontramos a un hombre respetuoso con las formas, que se some- te de mala gana al ritual del estudio, la mano derecha apoyada en un mueble de atrezo, la izquierda sujetando el bombín, pantalón de buen corte, zapatos lustrosos, lazo, levita y reloj con leontina. Un atuendo subrayado por su gesto de hombre que se cree superior y que tiene la suprema aspiración de la elegancia, que es la preocupa- ción de los cursis, como nos ha dejado dicho don Antonio Macha- do. Sus retratos posteriores no desmienten ese aire frío y lejano
de su rostro, tan propio de los que observan la vida por encima del hombro, como si no fuera con ellos, cómodamente instalados en un palco privilegiado. Así se fue haciendo mayor, como todos, hasta que se cruzó con las cámaras de Franzen, que lo muestran todavía elegante, la mano derecha apoyada también en la imponente mesa de su despacho, atestada de retratos dedicados por las personas de su predilección.
De Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) sólo cono- cemos escasas imágenes fotográficas, sobre todo si se considera la enorme popularidad que consiguió en vida y la vecindad personal con fotógrafos como Eusebio Juliá, que tenía su estudio a dos pasos de su casa. Tampoco las que conocemos tienen una calidad estima- ble y, desde luego, ninguna es digna de la importancia del poeta, ni
Ramón de Campoamor (1817-1901) y Juan Valera (1824-Madrid) fueron dos de los literatos españoles con mayor presencia en
las Galerías de Celebridades de los fotógrafos españoles del siglo XIX. El de Campoamor (arri- ba) lo incluyó Eusebio JULIÁ en su almanaque de 1873. El de Valera lo realizó LAURENT en 1860. (Archivo Monasor y Museo de Historia)