Page 97 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Entre los colaboradores de La Pluma se encuentran, dentro de los vetera- nos, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Antonio Machado, Ramón Pérez de Ayala y Ramón Gómez de la Serna, y entre los jóvenes, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, José Moreno Villa, Antonio Espina, Francisco Vighi y Juan José Domenchina. Domenchina, “espíritu muy moderno, enfermo de ideas, agudamente sensible”24, será secretario particular de Azaña cuando este alcance la jefatura del Gobier- no25. También hubo colaboradores americanos, como Alfonso Reyes, y europeos que ofrecían una panorámica de la situación de las letras en Italia, Francia, Portugal, Bélgica, Alemania y Reino Unido; en este último caso, cabe mencionar que en sus páginas se leyó la primera reseña del Ulises de James Joyce, a cargo de Douglas Goldring.
La experiencia de La Pluma le deja a Azaña una práctica de escritura, una novela en ciernes (en sus páginas aparecen los doce primeros capítulos de El jardín de los frailes) y un prestigio entre los asiduos a la creación literaria.
De todas las revistas literarias con las que coincidió, La Pluma fue una de las más longevas: se publicaron 37 números, el último apareció en junio de 1923. Un mes después nace Revista de Occidente, dirigida por José Ortega y Gasset. En septiembre, el general Miguel Primo de Rivera, con el consen- timiento del rey Alfonso XIII, da un golpe de Estado con el que comienza una dictadura que solo finalizará con la proclamación de la República en 1931.
Casi concluida la aventura de La Pluma, en 1923 se le ofrece a Azaña la oportunidad de dirigir la revista España, creada en 1915 por José Ortega. Este semanario, que según su fundador había nacido “del enojo y la espe- ranza, pareja española”, lo había dirigido entre 1916 y 1922 el ensayista Luis Araquistáin. Azaña publica ensayos históricos, análisis políticos, re- señas y comentarios. España fue una publicación fundamental para una generación de intelectuales; aunque en sus páginas, como escribe el profe- sor Mainer, “tímidamente aparecieran formas transicionales al vanguardis- mo en poemas de José Moreno Villa, Jorge Guillén o Pedro Salinas, la tónica la dio un realismo emparentado casi con lo castizo”26. La censura impuesta por el Directorio militar llevó al cierre de esta revista en marzo de 1924.
Azaña carecía de interés, también de las suficientes dotes mundanas, para buscar colaboraciones en las numerosas revistas literarias que difundían las estéticas de la vanguardia. No se encuentra su firma en ninguna de las es- pañolas, por más cerca que estuviera de hacerlo en alguna. Azaña pasa el verano de 1924 como miembro de un tribunal de oposiciones al notariado en La Coruña, ciudad en donde da a conocer su texto “Apelación a la Re- pública”. Desde esa ciudad escribe a Cipriano para contarle el encuentro con el “accidental colaborador” de España, Evaristo Correa Calderón, en
24 Espina, Antonio, “Del poema eterno y Las interrogaciones del siendo (dos libros de versos). Juan José Domen- china”, España, 326 (24 de junio de 1922), p. 16.
25 Entre octubre de 1931 y febrero de 1935, Domenchina fue secretario de Azaña. Según escribe Azaña en sus diarios, hacia octubre de 1931, Do- menchina se lamentará de que para su jefe y para él se hayan pasado los tiempos de la literatura.
26 Mainer, José-Carlos, La Edad de Plata (1902-1939), Madrid, Cáte- dra, 1999, p. 150.
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