Page 366 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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3 Misión de Luis I. Rodríguez en Francia. La protección de los refugiados españoles, julio-diciembre 1940, México, 2000, pp. 252-253.
4 Ibídem, p. 254.
5 Ibídem, p. 246.
tormentos por la falta de noticias sobre la situación de su cuñado en Espa- ña y por las noticias contradictorias que le llegaban desde Pyla-sur-Mer, donde permanecían su cuñada Adelaida, Carmen Ibáñez, mujer de Cipria- no de Rivas Cherif, y sus cuatro sobrinos: José Ramón, Enrique, Carlos y Susana. Para intentar mitigar esa situación, el ministro de la Legación mexi- cana Luis I. Rodríguez le pidió al doctor Francisco M. Vaca, también de la Legación, que se reuniese con el pequeño círculo que atendía al ex jefe de Estado español. Pocos días después, completaría el grupo el joven doctor Felipe Gómez Pallete, al que había logrado rescatar del campo de Saint- Cyprien por expreso deseo de Manuel Azaña3.
No cabe duda de que Azaña era una meta prioritaria en ese delirio perse- cutorio. Y a medida que pasaron las semanas, la información sobre el para- dero exacto del expresidente, sobre su entorno, sobre su estado de salud, se hizo cada vez más precisa. Una información detallada que implicaba forzo- samente la ayuda de las autoridades de la administración prefectoral del departamento del Tarn y Garona en Montauban.
Ante esa situación, el ministro Rodríguez, que desde principios de julio había recibido el encargo de su presidente, el general Lázaro Cárdenas, de amparar y facilitar la salida de Azaña del territorio francés, pronto temió un secuestro por parte de Urraca y otros miembros de la Falange4. El 22 de julio, ante la situación angustiosa que Azaña y su esposa estaban pa- deciendo, el ministro de la Legación mexicana decidió que el capitán Antonio Haro Oliva, ayudante del agregado militar de la embajada, se trasladara inmediatamente a Montauban para ponerse a disposición del expresidente español. Ya por entonces, Rodríguez tenía sospechas más que probadas de que algo se estaba tramando. La suerte corrida por Cipriano de Rivas Cherif, condenado a muerte en noviembre, pena que le sería conmutada unas semanas después a treinta años de reclusión, era una prueba suficiente para pensar que a Azaña le podría ocurrir lo mismo. Esa casi certeza se tornó más que evidente cuando se entrevistó con el presi- dente del Gobierno francés Pierre Laval una semana después. Laval tuvo incluso el cinismo de contestarle que, quizás, lo mejor que le podía pasar al exmandatario de la República española era que la Falange se lo llevara a Madrid5.
La tensión en torno a Azaña en ese final de agosto iba en aumento. Cuando el día 22 el discreto servicio de información, organizado por el capitán Haro, detectó la presencia de Urraca y de un grupo de agentes falangistas en Mon- tauban, cundió el temor y la inquietud. Sin embargo, todo parece indicar que los policías españoles no sabían aún que Azaña se encontraba en Mon- tauban, creyéndole como he indicado más arriba en Marsella. Ese viaje tenía otros objetivos. Se trataba de recabar información sobre las actividades del general José Riquelme y el coronel Arturo Mena. Y se supone, en la medida de lo posible, capturarlos y llevarlos rápidamente a España. En efecto, ambos
acosado y perseguido: manuel azaña entre las garras de vichy 365