Page 344 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 344
2 Ibídem, p. 757.
3 Ibídem, pp. 804-805 y 815.
4 Ibídem, pp. 842-845, 849 y 870.
de todos, obtener las condiciones menos malas”, siempre que se respetara el programa mínimo de “República y paz”2 .
Confiando en su plan, Azaña otorgó una gran importancia a la reunión de septiembre de 1937 de la Sociedad de Naciones y concertó con su jefe de Gobierno las negociaciones diplomáticas: España debía aparecer como “co- laboradora” de la paz, sin pedirla explícitamente. Sin embargo, en Ginebra no se hizo nada de lo esperado por Azaña. Por el sentido de los contactos de Negrín con los responsables de Exteriores de las diplomacias británica y francesa, Anthony Eden e Yvon Delbos, respectivamente, solicitando de ambos la apertura de la frontera, y, a este último, incluso, el envío de ofi- ciales y suboficiales franceses para reforzar al ejército republicano, quedó de manifiesto que Negrín hacía prevalecer su criterio de que solo era posible hallar una solución favorable continuando la guerra:
Negrín ha tratado de inculcar en sus interlocutores la convicción de que la guerra será todavía muy larga; puede durar año y medio o dos años. Afirma Negrín que esto produce mucho efecto, y estimula a buscar la solución, por el peligro que tal situación entraña. [...] si apareciésemos en situación desesperada, nos abandonarían todos. Es obvio. A esa pers- pectiva de guerra larga, ha añadido que no deseamos nada tanto como la paz, subsistiendo las instituciones republicanas.
Apenas si dijeron algo del “punto fundamental”, se lamentó Azaña: “pero con timidez, vagamente, y apresurándose a recoger velas”. En definitiva, Negrín y Giral volvieron de Ginebra y París “con el encargo inédito”3 .
En los meses finales de 1937, después de una nota diplomática conjunta franco-británica a Italia proponiéndole conversaciones tripartitas para la re- tirada de voluntarios –que esta no aceptó–, las facilidades fronterizas de Fran- cia para el tránsito de armas se generalizaron. A la nota se añadió inmediata- mente una proposición franco-británica basada en la reanudación de los controles terrestre y naval, beligerancia limitada y retirada de combatientes extranjeros. Negrín recibió esta propuesta con enorme interés, pues serviría al descanso y reorganización de las fuerzas. Azaña, en cambio, la vio como una oportunidad in extremis, pues, “si nos cortan las comunicaciones y logran aislar Cataluña, la guerra habrá acabado”. En el fondo, el general Rojo, el ministro de la Defensa Nacional, Prieto, y hasta el mismo Negrín, pensaban igual. Azaña reflexionó: “Aún estamos a tiempo de obtener una solución decorosa para la República. [...] Hay que atreverse a arrostrar la impopulari- dad, suponiendo que la paz sea impopular”4. Pero ¿cómo hacerlo?
1938: el año de la crisis entre Azaña y Negrín
La situación bélica y diplomática empeoró para la causa de la República desde el 10 de marzo de 1938, con la gran ofensiva franquista en el frente de
azaña y negrín al frente de la república en guerra y de su diplomacia 343