Page 333 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 333

gachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. A esa política él la deno- minaba politiquería o “politiquilla”, sin más fin que el de “tapar bocas, de ganar amigos, de colocar paniaguados”. Pretendió llevar adelante un progra- ma político que, si bien resultaba imprescindible y era razonable, no conta- ba con suficientes apoyos a pesar de su moderación. ¿Había bastante cultu- ra política ciudadana en España por aquel entonces como para haber podido asentar tal política sobre bases políticas y sociales firmes y duraderas?
Azaña fue perfectamente consciente de la importancia de la formación ciudadana. El apoyo de su primer Gobierno a la educación y a la extensión de la cultura fue decidido e inequívoco. La construcción de escuelas, es- pectacular. Se mejoraron considerablemente las condiciones profesionales de los maestros, empezando por sus salarios, de tal forma que obtuvieran unos ingresos dignos acordes con la importancia de su labor. Un Estado educador en la tradición política de Platón y una política encaminada a la formación de ciudadanos como mejor vía de reforzamiento del Estado democrático.
Azaña fue un hombre con un proyecto político claro y diáfano: la moder- nización de España como fin, a través del Estado democrático como medio con estos dos imprescindibles instrumentos: “Razones y votos”. Dada la finalidad apuntada y los medios reivindicados para alcanzarla, resulta difícil de entender la pasión incontenida de eliminación y exterminio que su in- tento de llevarla a la práctica suscitó en muchos de sus compatriotas, a los que, en principio, no cabe sino considerar enemigos de la modernidad y de la democracia.
Pocos han sido los que por encima de sus indudables errores y aciertos han pretendido rescatar su figura tanto de la calumnia sistemática como de la hagiografía acrítica. Decir de él que era la encarnación de la República se ha convertido en una referencia tópica; y se ha dicho tal, tanto por su con- tribución a la instauración del nuevo régimen como por su creciente pro- tagonismo político, que le llevó a asumir las más altas responsabilidades en la vida pública.
Ciertamente, Azaña es el arquetipo de “héroe” solitario destrozado por el cúmulo de circunstancias adversas que le tocó vivir y muchas de ellas no por completo ajenas a él, como se ha dicho. En el lapso de los cinco años que median entre el esperanzado abril de 1931 y el deprimente 18 de julio de 1936, se produce un auténtico giro en la personalidad de Azaña. ¿Qué es lo que ocurre? Sucede que el presidente de la República española intuye el cataclismo que se está desencadenando y esa para él atroz circunstancia le produce un profundo desgarro interior que le hace envejecer de manera prematura. Asistimos rápidamente al paso del inte- lectual optimista y político triunfador que interviene en política y tiene una fe ciega en el poder de la razón y el voto popular, así como en las
332 alberto reig tapia





























































































   331   332   333   334   335