Page 306 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Alfonso
Manuel Azaña saliendo de su domicilio en la calle Serrano, no 38, de Madrid para dirigirse al Congreso para prometer como presidente de la República Fotografía, Madrid, 11 de mayo
de 1936
Ministerio de Cultura y Deporte. Archivo General de la Administración. FONDO ALFONSO - 016810
LA IDEA DE QUE EXISTEN DOS ESPAÑAS EN LUCHA DESDE
tiempo inmemorial se ha convertido en uno de los mitos que con más frecuencia ha transitado entre la política y la historiografía, sirviendo unas veces de coartada y otras, simplemente, de explicación. Esta ambivalencia política e historiográfica del mito ha terminado concediéndole una aparien- cia suplementaria de realidad, cuando, al igual que sucede con otras visio- nes que toman como base la historiografía romántica y nacionalista del siglo xix, lo que correspondería es depurarlo de unos prejuicios que no solo entorpecen la comprensión del pasado, sino que, además, condicionan su- brepticiamente el presente. El primero de esos prejuicios consiste en tomar el concepto geográfico de España por un concepto político. Mientras que, a efectos del concepto geográfico, lo que importa es constatar que los dife- rentes nombres con los que se fue conociendo a lo largo de los siglos la península más occidental de Europa designan una misma realidad, en el caso del concepto político es necesario atender a la definición de los térmi- nos con los que se describe la lucha por el poder sobre esa realidad que acabó llamándose España. Reduciendo el contraste entre ambas aproxima- ciones a su expresión más esquemática, se podría decir que, para la geo- grafía, España es un perfil territorial, con independencia de que recibiera sucesivamente el nombre de Iberia, Hispania o al-Ándalus. Para la histo- riografía, por el contrario, es preciso elegir entre términos, o, mejor, entre significados yuxtapuestos en el interior de un mismo término, para estable- cer de qué manera los distintos sistemas de poder que se han sucedido sobre el perfil geográfico de la península forman o no una unidad política. Es más, ni siquiera el término unidad ofrece como concepto político un terre- no seguro. Dependiendo de qué se entienda por unidad, se puede afirmar que España la alcanza bajo los Reyes Católicos, pero también que no lo
EL FUSTE TORCIDO
DEL LIBERALISMO ESPAÑOL
José María Ridao
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