Page 175 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Teatro Eslava, pusieron de moda aquel chotis que, se cuenta, oyeron silbar al propio Azaña saliendo de dar una conferencia en el Círculo de Bellas Artes: “[...] Manuel, Manuel, Manuel / has de saber / que aquí en España / no es igual la hazaña de Manuel / ¡que lo de Manuel Azaña!”.
En el chotis se afirma una verdad mil veces cuestionada, la del apoyo de Manuel Azaña a “la hazaña”, esta sí, de Clara Campoamor al conseguir, en la soledad de la justicia, el voto para las mujeres españolas: “[Manuel] quie- re las cosas muy claritas con sentido, / la verdad pura como el agua de los ríos, / y escuchando a Campoamor la diputada / se entusiasma y dice a todos: “Esta es clara”...
Y esto nos lleva al siguiente movimiento de nuestro artículo.
“Tempo rubato”
Un nuevo modo de entender la escena como un espacio de conocimien- to había convocado, en Europa, la reflexión sobre ella. Lejos de conside- rarla mero entretenimiento, como un simple espacio de ocio sin trascen- dencia para la vida comunitaria y pública, los “pioneros” recuperaban un origen sagrado de la escena –teatro, música o danza, porque no es natural la separación– uniendo los fragmentos que había separado una cierta taxonomía de la capacidad humana de crear. Volviendo así a los orígenes, encendían una llama capaz de alumbrar oscuridades impuestas. Y en esa responsabilidad de ser vanguardia y ponerse delante, de soñar los sueños aún no encarnados y advertir de las pesadillas sociales que, tantas veces, pueden ser consecuencia de las mejores ideas, las artes escénicas, la mú- sica que desordenaba un orden social que acaso requería ser cuestionado también, fueron pronto Casandra no escuchada a la que se veta espacio para su voz.
Como hemos apuntado, España no fue ajena a esta influencia, que no se limitó a seguir las nuevas corrientes, sino que aportó peculiaridades insus- tituibles. Basta leer, para comprobarlo, el texto extraordinario de Cipriano de Rivas Cherif Cómo hacer teatro: apuntes de orientación profesional en las artes y oficios del teatro español, escrito en el penal de El Dueso, tal como él mismo lo fecha, entre el 8 de junio y el 27 de julio de 1945. Hacía cinco años ya que Manuel Azaña había fallecido, exiliado, en Montauban, que se le había negado entierro de jefe de Estado y que la bandera que hubo de cubrirlo no fue la española, sino la mexicana. Cipriano de Rivas Cherif había sido extraditado a España y esperaba la pena de muerte en la cárcel franquista, lo que no es óbice para que acepte crear en el presidio un espa- cio de pensamiento y reflexión, de educación y esperanza, y dar este libro que excede el tema técnico o gremial y se convierte en el testimonio de ese tempo rubato. Y, de un modo concreto y ejemplar, lo que ese “espíritu me- lómano” de Manuel Azaña pretendía.
174 Marifé Santiago Bolaños